EL MILAGRO DE COMPARTIR
La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del
Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó
conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la
multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente,
sin embargo, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de
orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para
sentir su fuerza y su energía.
Pablo desde la
prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han
sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un
mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a
reconocer en los demás a nuestros hermanos.
Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación
que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a
la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden
la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.
Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como
comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de
desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la
unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los
dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente... Todo esto
presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia
desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la
apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda
clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La
paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad
de la paz.
El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es
un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a
permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu
es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que
guardar.
Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de
compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el
alimento necesario para los que pasan hambre... El problema no se soluciona
comprando, el problema se soluciona compartiendo.
La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero.
Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en
dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los
valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe,
etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su
precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece
por pura gratuidad, por puro don de Dios.
Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces
parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la
multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes:
se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el
egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después
de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que
si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de
pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo
que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de
compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron
a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la
vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la
presencia nueva del resucitado.
Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la
lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven
en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué
hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte
en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que
tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más
dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con
las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de
hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los
cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer
realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se
comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La
multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey
pero Jesús huye solo a la montaña.