LA REVELACION DE LA TRINIDAD DIVINA. La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de todo el mensaje del Nuevo Testamento. El misterio de la Santísima Trinidad antes que doctrina ha sido evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo, tanto en la experiencia del pueblo de la antigua alianza tal como lo atestiguan los libros del Antiguo Testamento, como en las otras religiones y en los eventos de la historia universal. El Nuevo Testamento, más que una doctrina elaborada sobre la Trinidad, nos muestra con claridad una estructura trinitaria de la salvación. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización perenne es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo que es la Iglesia. La primera lectura (Prov 8,22-31) es un himno a la sabiduría divina considerada en su doble dimensión trascendente e inmanente. La Sabiduría es trascendente pues ella es el proyecto de Dios, su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu; pero también es encarnada ya que el proyecto divino se realiza en la creación y en la historia, la voluntad de Dios se manifiesta en la Escritura y a través de su Espíritu se convierte en una realidad interior al ser humano. De esta forma la reflexión sapiencial bíblica supera la simplificación panteísta o dualista en su visión de Dios. En los vv. 22-25 el autor bíblico nos sitúa “antes” de la creación, en la eternidad de Dios, presentando la Sabiduría como una realidad divina y trascendente, anterior a todas las realidades cósmicas: “El Señor me creó al principio de sus tareas, antes de sus obras más antiguas... cuando no había océanos, fui engendrada, cuando no existían los manantiales ricos de agua”. En los vv. 26-31 la Sabiduría parecer ser una realidad creada pues aparece contemporánea a la creación. La Sabiduría está presente también en el ser humano, en su inteligencia, en su felicidad: “Cuando consolidaba los cielos allí estaba yo, cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano, cuando señalaba al mar su límite... a su lado estaba yo como confidente, día tras día lo alegraba y jugaba sin cesar en su presencia; jugaba con el orbe de la tierra, y mi alegría era estar con los seres humanos”. Este himno ha llegado a ser en la tradición cristiana un preanuncio de la encarnación de la Palabra (Jn 1), que “al principio estaba junto a Dios, todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuando llegó a existir” (Jn 1,2-3), y que al final de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). La segunda lectura (Rom 5,1-5) es una especie de declaración paulina de sabor trinitario sobre la situación del ser humano que ha sido justificado gracias a la fe en Cristo: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo... y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (vv. 1.5). Pablo afirma la dimensión trinitaria de la vida creyente. Reconciliados con Dios por la fe, estamos en una situación de “paz” y de “esperanza”, paz que supera la tribulación y esperanza que transforma el presente. El evangelio (Jn 16,12-15) constituye la quinta promesa del Espíritu en el evangelio de Juan. Se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos. El Espíritu tiene una función “didáctica” y “hermenéutica” con relación a la palabra de Jesús. El Espíritu Santo no propone una nueva revelación, sino que conduce a una total comprensión de la persona e del mensaje del Señor Resucitado. El Espíritu, por tanto, “guía” (v. 13) hacia la “Verdad” de Jesús, es decir, hacia su revelación, de tal forma que la podamos conocer en plenitud. Esta función del Espíritu con relación a Jesús y a su palabra define la profunda relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu: la Revelación es perfectamente una porque tiene su origen en el Padre, es realizada por el Hijo y se perfecciona en la Iglesia con la interpretación del Espíritu. Por eso Jesús dice que “el Espíritu no hablará por su cuenta, sino que dirá únicamente lo que ha oído... todo lo que les dé a conocer, lo recibirá de mí”. Jesús será siempre el Revelador del Padre; el Espíritu de la Verdad, en cambio, hace posible que la revelación de Cristo penetre con profundidad en el corazón del creyente.
We want to cling to someone to love and depend on. We can´t bear the thought of that person leaving us. When Jesus told the apostles that he was leaving them, they were plunged into gloom. But he said to them, “It is for your own good that I go away, because unless I go, the Spirit will not come to you; but if I go I will send him to you.”
It must have been very hard for them to see how his going away could be for their good. The following illustration may throw some light on the subject.
Imagine that you are watching the sun go down. As it goes down, it appears to be taking the whole world with it. Meanwhile, the moon is high in the sky, but it is so weak and pale that you have to look very carefully to see it. It does not appear to be contributing anything whatsoever to the earth.
Then you notice a curious and beautiful thing. The lower the sun dips in the sky, the brighter the moon becomes. By the time the sun has finally departed the scene, the moon has undergone a complete transformation. It is now, far and away, the brightest object in the sky. And when you look around you, you notice to your surprise and delight that the old world has not only been completely restores to you, but made new, bright and exciting. It is only when the sun has withdrawn that you can see what the moon is contributing.
Loving at times means distancing oneself from the person loved. This means that the person is free to develop in his own way. She is made to feel she has a contribution to make, and is free to receive from another.
Often however, we hung the limelight. We want to be there all the time. We do not know when or how to withdraw. Thus, in a thoughtless and selfish way, we dominate other people. We stifle their development. We make them play second fiddle and as a result they remain underdeveloped.
This gives us some insight into what Jesus meant when he said it was necessary for the apostles that he should go, otherwise the Spirit would not come. Had he always remained with them in his physical presence, they would never have to come of age themselves.
No one ever showed more confidence in, or more respect for, people than Jesus. He did not dominate them. He gave them a chance to shine. He handed his entire work over to them. He knew that they still needed help. That was why he sent them the Spirit.
What the Spirit did was bring out what was already inside them. His love awakened energies in them that they did not know were there, so they were able to do things they did not think they were capable of. After Pentecost their hearts were on fire and there was a wind at their backs.
We need the Holy Spirit. We need him to help us to realise the power and the gifts we have within us. We need him to hardness that power and release those gifts so that we too can become fearless wittinesses for Christ.
El Espíritu es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de vitalidad, de dinamismo y novedad. El Espíritu animó la misión de Jesús y se encuentra también a la raíz de la misión de la Iglesia. El evento de Pentecostés nos remonta al corazón mismo de la experiencia cristiana y eclesial: una experiencia de vida nueva con dimensiones universales. La primera lectura (Hch 2,1-11) es el relato del evento de Pentecostés. En ella se narra el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús al final del evangelio de Lucas y al inicio del libro de los Hechos (Lc 24,49: “Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre... quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto”; Hch 1,5.8: “Ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días... ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo”). Con esta narración Lucas profundiza un aspecto fundamental del misterio pascual: Jesús resucitado ha enviado el Espíritu Santo a la naciente comunidad, capacitándola para una misión con horizonte universal. El relato inicia dando algunas indicaciones relativas al tiempo, al lugar y a las personas implicadas en el evento. Todo ocurre “al llegar el día de Pentecostés” (Hch 2,1). Pentecostés es una fiesta judía conocida como “fiesta de las semanas” (Ex 34,22; Num 28,26; Dt 16,10.16; etc.) o “fiesta de la cosecha” (Ex 23,16; Num 28,26; etc.), que se celebraba siete semanas después de la pascua. Parece ser que en algunos ambientes judíos en época tardía, en esta fiesta se celebraban las grandes alianzas de Dios con su pueblo, particularmente la del Sinaí que estaba directamente relacionada con el don de la Ley. Aunque Lucas no desarrolla esta temática en el relato de Pentecostés, seguramente conocía esta tradición y es probable que haya querido asociar el don del Espíritu, enviado por Cristo resucitado, al don de la Ley recibido en el Sinaí. En la comunidad de Qumrán, contemporánea a Jesús, Pentecostés había llegado a ser la fiesta de la Nueva Alianza que aseguraba la efusión del Espíritu de Dios al nuevo pueblo purificado (cf. Jer 31,31-34; Ez 36). El texto de los Hechos da otra indicación: “estaban todos juntos en un mismo lugar” (Hch 2,1). Con estas palabras se quiere sugerir que los presentes estaban unidos, no sólo en un mismo sitio, sino con el corazón. Aunque no se habla de una reunión cultual, no sería extraño que Lucas imaginara a los creyentes en oración, esperando la venida del Espíritu, de la misma forma que Jesús estaba orando cuando el Espíritu bajó sobre él en el bautismo (Lc 3,21: “Mientras Jesús oraba... el Espíritu Santo bajó sobre él”; Hch 1,14: “Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de los hermanos de éste”). Lucas utiliza en primer lugar el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: “De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso y llenó la casa donde se encontraban” (Hch 2,2). Aunque los discípulos estaban a la espera del cumplimiento de la promesa del Señor resucitado, el evento ocurre “de repente” y, por tanto, en forma imprevisible. Es una forma de decir que se trata de una manifestación divina, ya que el actuar de Dios no puede ser calculado ni previsto por el ser humano. El ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios. Su origen es divino. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso. El evangelista quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia y dinamismo y, por tanto, el viento era un elemento cósmico adecuado para expresarlo. Además, tanto en hebreo como en griego, espíritu y viento se expresan con una misma palabra (hebreo: ruah; griego: pneuma). No es extraño, por tanto, que el viento sea uno de los símbolos bíblicos del Espíritu. Recordemos el gesto de Jesús en el evangelio, cuando “sopla” sobre los discípulos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22), o la visión de los esqueletos calcinados narrada en Ezequiel 37, donde el viento–espíritu de Dios hace que aquellos huesos se revistan de tendones y de carne, recreando el nuevo pueblo de Dios. “Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos” (Hch 2,3). Lucas se sirve luego de otro elemento cósmico que era utilizado frecuentemente para describir las manifestaciones divinas en el Antiguo Testamento: el fuego, que es símbolo de Dios como fuerza irresistible y trascendente. La Biblia habla de Dios como un “fuego devorador” (Dt 4,24; Is 30,27; 33,14); “una hoguera perpetua” (Is 33,14). Todo lo que entra en contacto con él, como sucede con el fuego, queda transformado. El fuego es también expresión del misterio de la trascendencia divina. En efecto, el ser humano no puede retener el fuego entre sus manos, siempre se le escapa; y, sin embargo, el fuego lo envuelve con su luz y lo conforta con su calor. Así es el Espíritu: poderoso, irresistible, trascendente. El evento extraordinario expresado simbólicamente en los vv. 2-3 se explicita en el v. 4: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Dios mismo llena con su poder a todos los presentes. No se les comunica un auxilio cualquiera, sino la plenitud del poder divino que se identifica en la Biblia con esa realidad que se llama: el Espíritu. Se trata de un evento único que marca la llegada de los tiempos mesiánicos y que permanecerá para siempre en el corazón mismo de la Iglesia. Desde este momento el Espíritu será una presencia dinámica y visible en la vida y la misión de la comunidad cristiana. La fuerza interior y transformadora del Espíritu, descrita antes con los símbolos del viento y del fuego, se vuelve ahora capacidad de comunicación que inaugura la eliminación de la antigua división entre los seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel (Gen 11). “Y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les concedía expresarse” (v. 4). En Jerusalén, no en la casa donde están los discípulos, ni en el espacio cerrado de unos pocos elegidos, sino en el espacio abierto donde hay gente de todas las naciones (v. 5), en la plaza y en la calle, el Espíritu reconstruye la unidad de la humanidad entera e inaugura la misión universal de la Iglesia. El pecado condenado en el relato de la torre de Babel es la preocupación egoísta de los seres humanos que se cierran y no aceptan la existencia de otros grupos y otras sociedades, sino que desean permanecer unidos alrededor de una gran ciudad cuya torre toque el cielo. El Espíritu debe venir continuamente para perdonar y renovar a los seres humanos para que no se repitan más las tragedias causadas por el racismo, la cerrazón étnica y los integrismos religiosos. El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la humanidad: la misión universal de la Iglesia. La palabra de Dios, gracias a la fuerza del Espíritu, será pronunciada una y otra vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las culturas. El día de Pentecostés, la gente venida de todas las partes de la tierra “les oía hablar en su propia lengua” (Hch 2,6.8). El don del Espíritu que recibe la Iglesia, al inicio de su misión, la capacita para hablar de forma inteligible a todos los pueblos de la tierra. En el evangelio se narra la aparición del Señor Resucitado a los discípulos el día de pascua. Todo el relato está determinado por una indicación temporal (es el primer día de la semana) y una indicación espacial (las puertas del lugar donde están los discípulos están cerradas). La referencia al primer día de la semana, es decir, el día siguiente al sábado (el domingo), evoca las celebraciones dominicales de la comunidad primitiva y nuestra propia experiencia pascual que se renueva cada domingo. La indicación de las puertas cerradas quiere recordar el miedo de los discípulos que todavía no creen, y al mismo tiempo quiere ser un testimonio de la nueva condición corporal de Jesús que se hará presente en el lugar. Jesús atravesará ambas barreras: las puertas exteriores cerradas y el miedo interior de los discípulos. A pesar de todo, están juntos, reunidos, lo que parece ser en la narración una condición necesaria para el encuentro con el Resucitado; de hecho Tomás sólo podrá llegar a la fe cuando está con el resto del grupo. Jesús “se presentó en medio de ellos” (v.19). El texto habla de “resurrección” como venida del Señor. Cristo Resucitado no se va, sino que viene de forma nueva y plena a los suyos (cf. Jn 14,28: “me voy y volveré a vosotros”; Jn 16,16-17) y les comunica cuatro dones fundamentales: la paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo. Los dones pascuales por excelencia son la paz (el shalom bíblico) y el gozo (la járis bíblica), que no son dados para el goce egoísta y exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. La misión que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve misión de la Iglesia: el perdón de los pecados y la destrucción de las fuerzas del mal que oprimen al ser humano. Para esto Jesús dona el Espíritu a los discípulos. En el texto, en efecto, sobresale el tema de la nueva creación: Jesús “sopló sobre ellos”, como Yahvé cuando creó al ser humano en Gen 2,7 o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los huesos secos (Ez 37). Con el don del Espíritu el Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. Como “seres humanos nuevos”, llenos del aliento del Espíritu en virtud de la resurrección de Jesús, deberán continuar la misión del “Cordero que quita el pecado del mundo”: la misión de la Iglesia que continúa la obra de Cristo realiza la renovación de la humanidad como en una nueva obra creadora en virtud del poder vivificante del Resucitado.
Lucas ha escrito dos libros: un evangelio y los Hechos de los apóstoles. En Hch 1,1-2 Lucas retoma la referencia a Teófilo que hizo al comienzo de su Evangelio (“ilustre Teófilo” Lc 1,3). Teófilo significa “amigo de Dios”. El hecho de agregarlo aquí, después de separarse su obra en dos, refuerza la idea que Teófilo es una designación simbólica general. Todos los que leemos estos libros somos “Teófilos”. Su evangelio termina con «Jesús llevado al cielo» (Lc 24,51). Los Hechos comienzan con el relato de «Jesús yéndose al cielo» (Hch 1,6-11). En el evangelio se presenta a Jesús con su cuerpo. En los Hechos ya no está corporalmente. Actúa por medio de su Espíritu. La orden que Jesús da a los apóstoles en Hch 1,4 exige pasividad total: no ausentarse de la ciudad y aguardar. En Lc 24,49 es semejante: permanecer en la ciudad (con la connotación de esperar sin hacer nada). La permanencia y espera pasiva debe durar “hasta que sean bautizados en el Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24,49). Lucas se está aquí refiriendo claramente a Pentecostés.
El misterio del resucitado se expresa de muchas maneras en el Nuevo Testamento: está vivo, se ha despertado, se ha levantado... En la Carta a los Efesios vemos un ejemplo de estas manifestaciones: Pablo hace un claro énfasis en la glorificación de Jesús a la derecha del Padre. Y es a partir de esta glorificación que nosotros y nosotras, sus discípulos, recibiremos la fuerza del Espíritu Santo, espíritu de sabiduría y de revelación, para conocerle perfectamente y conocer así su voluntad, asumiendo por completo el desafío de continuar su tarea a favor del Reino.
Lucas quiere mostramos también que Jesús ha sido «glorificado» por Dios: ha entrado en la gloria del Padre. Separa ambos eventos (resurrección y ascensión), para subrayar el carácter histórico que cada uno de ellos tiene. Jesús resucitado, antes de su ascensión-exaltación-glorificación, convive con sus discípulos: come con ellos y los instruye. La ascensión de Jesús señala, en Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos desde aquel momento, una vez que han terminado las apariciones del Resucitado: tensión entre la ausencia y al mismo tiempo la presencia del Señor. Jesús continúa su acción y enseñanza después de ser llevado al cielo; Jesús resucitado sigue actuando y enseñando en la comunidad después de su ascensión. Lucas (como también Pablo en el pasaje de la segunda lectura) une íntimamente la ausencia física con el Don del Espíritu Santo.
La insistencia de que los discípulos veían a Jesús subiendo hacia el cielo, podría considerarse alusiva a las escenas de asunción de Elías, cuando Eliseo tuvo asegurado el espíritu de profecía del maestro porque pudo verlo. Así, la comunidad de los discípulos queda configurada en la ascensión como la comunidad profética que hereda el Espíritu de Jesús para continuar su misión. En la ascensión Jesús no se va, sino que es exaltado, glorificado. La parusía no es el retorno de un Jesús ausente, sino la manifestación gloriosa de un Jesús que siempre ha estado presente en la comunidad. Esto aparece claramente en las últimas palabras de Jesús en Mt 28,19: “he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de este mundo”. La ascensión expresa el cambio en Jesús resucitado, una nueva manera de ser, gloriosa, glorificada, pero siempre histórica, pues Jesús glorificado sigue viviendo en la comunidad.
La narración de la ascensión es para Lucas, la culminación del itinerario de Jesús, y el tránsito entre el “tiempo de Jesús” y el “tiempo de la Iglesia”, inaugurada con el Espíritu Santo, prometido por Jesús. Al recibir el Espíritu la comunidad de los creyentes asume en sí la misión de continuar el trabajo inaugurado por Jesús, de manifestar el Reino del Padre.
Es por ello que a pesar de celebrar la ascensión del Señor al cielo, hoy es la fiesta de la iglesia en la tierra. No nos podemos quedar mirando al cielo o con la mirada perdida, como les dijo el ángel a los apóstoles. Somos la presencia de Jesús resucitado en el mundo. Nos dejó esa tarea. Hay que ponerse en camino. Como los apóstoles que “regresaron a Jerusalén llenos de alegría”. Comprendieron enseguida que solo puede esperar el cielo quien se compromete con la tierra. La ascensión es una fiesta de gozo para todos. Nuestro camino no es un camino sin retorno. Como Cristo mismo, volveremos al Padre. Seremos artífices de fraternidad en el mundo anunciando el Evangelio. El triunfo de Jesús será también nuestro triunfo. Y el gozo nos llevara, con la fuerza del Espíritu, a ser testigos del Resucitado hasta los confines de la tierra.
El libro de los Hechos nos presenta nuevamente la controversia de los apóstoles con algunas personas del pueblo que decían que los no circuncidados no podían entrar en el reino de Dios. Los apóstoles descartaban el planteamiento judío de la circuncisión.
Esta se realizaba a los ocho días del nacimiento al niño varón, a quien sólo así se le aseguraban todas las bendiciones prometidas por ser un miembro en potencia del pueblo elegido y por participar de la Alianza con Dios. Todo varón no circuncidado según esta tradición debía ser expulsado del pueblo, de la tierra judía, por no haber sido fiel a la promesa de Dios (cf. Gn 17,9-12).
El acto ritual de la circuncisión estaba cargado -y aún lo está- de significado cultural y religioso para el pueblo judío. Estaba ligado también al peso histórico-cultural de exclusión de las mujeres, las cuales no participaban de rito alguno para iniciarse en la vida del pueblo: a ellas no se les concebía como ciudadanas.
Para los cristianos la circuncisión ya no es ni será importante. Este rito y tradición ha perdido toda vigencia. Ya no es necesario hacer ritos externos alejados de la justicia y del amor misericordioso de Dios. En el cristianismo hombres y mujeres somos iguales, y en el Bautismo adquirimos todos la dignidad de hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Creemos necesario realizar una constante «circuncisión del corazón» (cf. Dt 10,16) para que tanto hombres como mujeres logremos purificarnos del egoísmo, del odio, de la mentira y de todo aquello que nos degenera.
El Apocalipsis nos presenta también una crítica a la tradición judía excluyente. Juan vio en sus revelaciones la nueva Jerusalén que bajaba del cielo y que era engalanada para su esposo, Cristo resucitado. Esta nueva Jerusalén es la Iglesia, triunfante e inmaculada, que ha sido fiel al Cordero y no se ha dejado llevar por las estructuras que muchas veces generan la muerte. Aquí yace la crítica del cristianismo al judaísmo que se dejó acaparar por el Templo, en el cual los varones, y entre éstos especialmente los cobijados por la Ley, eran los únicos que podían relacionarse con Dios; un Templo que era señal de exclusión hacia los sencillos del pueblo y los no judíos.
La Nueva Jerusalén que Juan describe en su libro no necesita templo, porque Dios mismo estará allí, manifestando su gloria y su poder en medio de los que han lavado sus ropas en la sangre del Cordero. Ya no habrá exclusión -ni puros ni impuros-, porque Dios lo será todo en todos, sin distinción alguna.
En el evangelio de Juan, Jesús, dentro del contexto de la Ultima Cena y del gran discurso de despedida, insiste en el vínculo fundamental que debe prevalecer siempre entre los discípulos y él: el amor. Judas Tadeo ha hecho una pregunta a Jesús: “¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo”? Obviamente, Jesús, su mensaje, su proyecto del reino, son para el mundo; pero no olvidemos que para Juan la categoría “mundo” es todo aquello que se opone al plan o querer de Dios y, por tanto, rechaza abiertamente a Jesús; luego, el sentido que da Juan a la manifestación de Jesús es una experiencia exclusiva de un reducido número de personas que deben ir adquiriendo una formación tal que lleguen a asimilar a su Maestro y su propuesta, pero con el fin de ser luz para el “mundo”; y el primer medio que garantiza la continuidad de la persona y de la obra de Jesús encarnado en una comunidad al servicio del mundo, es el amor. Amor a Jesús y a su proyecto, porque aquí se habla necesariamente de Jesús y del reino como una realidad inseparable.
Ahora bien, Jesús sabe que no podrá estar por mucho tiempo acompañando a sus discípulos; pero también sabe que hay otra forma no necesariamente física de estar con ellos. Por eso los prepara para que aprendan a experimentarlo no ya como una realidad material, sino en otra dimensión en la cual podrán contar con la fuerza, la luz, el consuelo y la guía necesaria para mantenerse firmes y afrontar el diario caminar en fidelidad. Les promete pues, el Espíritu Santo, el alma y motor de la vida y de su propio proyecto, para que acompañe al discípulo y a la comunidad.
Finalmente, Jesús entrega a sus discípulos el don de la paz: “mi paz les dejo, les doy mi paz” (v. 27); testamento espiritual que el discípulo habrá de buscar y cultivar como un proyecto que permite hacer presente en el mundo la voluntad del Padre manifestada en Jesús. Es que en la Sagrada Escritura y en el proyecto de vida cristiana la paz no se reduce a una mera ausencia de armas y de violencia; la paz involucra a todas las dimensiones de la vida humana y se convierte en un compromiso permanente para los seguidores de Jesús.
El libro de los Hechos nos sigue presentado el éxito misionero de Pablo y Bernabé entre los gentiles, pues “Dios les había abierto la puerta a los no judíos para que también ellos pudieran creer” (v.27). Sus desvelos misioneros serían fuente de esa propagación del Evangelio que, extendiéndose a lo ancho del mundo “gentil”, llegaría hasta nosotros. Por su parte Juan, el vidente de Patmos, alienta nuestra esperanza con su magnífica visión de “un cielo nuevo y una tierra nueva”, como la gran meta de nuestros esfuerzos por transformar las realidades de muerte que nos rodean y redimir al mundo con la fuerza vital arrolladora del Resucitado. Una nueva realidad de justicia, paz y amor fraterno habrá de traer “la nueva Jerusalén que descendía del cielo enviada por Dios y engalanada como una novia”. Es la esperanza maravillosa que podemos enarbolar frente a los catastrofistas que nos amenazan con una destrucción inexorable del mundo, sobre la base de supuestas profecías que en nada se condicen con las promesas de la Nueva Alianza que Cristo ha sellado con su pasión y su triunfo sobre la muerte. “Esta es la morada de Dios con los hombres –señala un entusiasmado Juan-; acampará entre ellos. Serán su pueblo, y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. El que estaba sentado sobre el trono dijo: Ahora hago el universo nuevo”. El evangelio nos presenta unos cuantos versículos del gran discurso de despedida de Jesús en la noche de la Cena, donde el Maestro entrega su testamento espiritual a los discípulos: el gran mandato del amor como signo visible de la adhesión de sus discípulos a él y de la vivencia real y afectiva de la fraternidad. El mundo podrá identificar de qué comunidad se trata si los discípulos guardan entre sí este mandato del amor. Jesús rescata la Ley, pero le pone como medio de cumplimiento el amor; quien ama demuestra que está cumpliendo con los demás preceptos de la Ley. Es posible que en la comunidad primitiva se hubiera discutido cuál debía ser su distintivo propio e inequívoco. Para eso apelan a las palabras mismas de Jesús. En un mundo cargado de egoísmo, de envidias, rencores y odios, la comunidad está llamada a dar testimonio de otra realidad completamente nueva y distinta: el testimonio del amor. A los amigos, a los seres queridos, a los que apreciamos de veras les deseamos siempre lo mejor; volcamos hacia ellos nuestros mejores deseos. Eso manifestó Jesús con sus discípulos. Jesús desea para sus discípulos la riqueza más grande, la convivencia más feliz: el amor. Donde hay Dios ahí está la paz. Será más clara de que somos sus discípulos de verdad, sin falsificaciones, sin hipocresías. Amarnos los unos a los otros como él nos amo. Una de las principales causas por las que tantos cristianos abandonan la Iglesia radica justamente en la falta de un testimonio mucho más abierto y decidido respecto al amor. Con mucha frecuencia nuestras comunidades son verdaderos campos de batalla donde nos enfrentamos unos contra otros; donde no reconocemos en el otro la imagen de Dios. Y eso afecta la fe y la buena voluntad de muchos creyentes. Por cierto, no se trata de que nuestras comunidades y agrupaciones sean totalmente ajenas al conflicto, no; el conflicto es necesario en cierta medida, porque a partir de él se puede crear un ambiente de discernimiento, de acrisolamiento de la fe y de las convicciones más profundas respecto al Evangelio; en el conflicto –llevado en términos de respeto y amor cristiano mutuo- aprendemos justamente el valor de la tolerancia, del respeto a la diversidad, y el mejoramiento de nuestra manera de entender y practicar el amor. Del conflicto así entendido -inevitable donde hay más de una persona-, es posible hacer el espacio para construir y crecer. Para ello hacen falta la fe, la apertura al cambio y, sobre todo, la disposición de ser llenados por la fuerza viva de Jesús. Sólo en esa medida nuestra vida humana y cristiana va adquiriendo cada vez mayor sentido y va convirtiéndose en testimonio auténtico de evangelización.
Reynaldo Rodrigo Roman-Diaz.SVD
domingo, 25 de abril de 2010
Impactos Ambientales y Actividades Productivas
Minería a cielo abierto
Descripción del ámbito de actividad
La minería a cielo abierto abarca las formas más variadas de extracción de materias primas minerales de yacimientos cercanos a la superficie. Para ello se quita completamente el recubrimiento estéril y se extrae el material útil. Atendiendo a las propiedades físicas del material en bruto y a las características específicas del terreno, se utilizan diversos métodos de explotación.
La extracción en seco es similar para minerales sueltos yconsolidados, con la diferencia de que estos últimos deben ser arrancados primero de la roca. Luego, al igual que en la explotación de materiales sueltos, serán cargados, transportados y procesados mecánicamente. Las minas a cielo abierto que se explotan en seco deben ser desaguadas.
En la explotación por vía húmeda, las materias primas sueltas se extraen mecánica o hidráulicamente y se transportan de la misma forma para su procesamiento. La mayoría de estas plantas de extracción se instalan directamente en el agua, y constan a menudo de plataformas flotantes en cauces de ríos o en lagos artificiales.
Las explotaciones mineras ubicadas en la plataforma continental extraen materiales sueltos de yacimientos aledaños a la costa, llamados placeres marinos. Al igual que en la explotación por vía húmeda, el material se extrae y transporta por vía mecánica o hidráulica.
La minería submarina de profundidad tiene por objetivo extraer materias primas del fondo marino. Puede cobrar importancia en el futuro, pero no se analizará en detalle en las páginas siguientes.
Las técnicas de explotación mencionadas se aplican a distintos tipos de yacimientos.
Minería a cielo abierto: Métodos de explotación y principales materias primas extraídas
Minería en rocas consolidadas
Minería en rocas sueltas
extracción en seco
extracción en seco
extracción en húmedo
En tierra
En plataforma continental
Bloques de construcción
Diamantes
Piedras preciosas
Feldespato
Yeso
Caliza / materias primas para la fabricación de cemento
La dimensión de las explotaciones a cielo abierto varía según las características de los yacimientos y las técnicas de minería utilizadas. En las minas terrestres podemos encontrar desde explotaciones de un solo minero en una superficie muy reducida hasta explotaciones en gran escala con un diámetro de varios kilómetros, pasando por dimensiones intermedias. Dado que la minería marina exige una técnica costosa y compleja, su dimensión siempre es mínima.
La minería está ligada siempre a la ubicación del yacimiento, lo cual puede implicar un conflicto de intereses en lo que respecta al uso del terreno (establecimiento o ampliación de una explotación minera, por una parte; uso del terreno para otros fines, por otra). Además, puede darse la necesidad de construir primero la infraestructura requerida para las actividades mineras. Las actividades mineras a cielo abierto difícilmente pueden separarse del procesamiento de las materias extraídas, el cual suele realizarse directamente en el lugar de la extracción.
Impacto ambiental y medidas de protección
El impacto ambiental de las operaciones de minería a cielo abierto depende en gran medida del tipo de proyecto. Debido a ello, se hará una distinción entre los efectos ambientales de cada proyecto y las medidas destinadas a contrarrestarlos.
Posibles efectos ambientales de la minería a cielo abierto
Independientemente del tipo de proyecto, los efectos ambientales de la minería a cielo abierto dependen siempre de la extensión y de la ubicación del terreno explotado, sobre todo en lo que respecta a las condiciones climáticas, regionales y de infraestructura. En los siguientes puntos hemos clasificado los efectos potenciales según el método de extracción de materias primas, a fin de facilitar la comprensión.
Minería a cielo abierto: Métodos de explotación y principales efectos ambientales
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EXTRACCION EN SECO
EXTRACCION EN HUMEDO
EXTRACCION EN LA PLATAFORMA CONTINENTAL
EXTRACCION MARINA DE PROFUNDIDAD
Superficie terrestre
Devastación de superficies; alteración de la morfología; peligro de derrumbes en frentes de arranque; destrucción de bienes culturales
Devastación de superficies, modificación de la morfología y del curso de los ríos; formación de grandes escombreras
Modificación de la morfología del suelo marino; erosión costera
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Aire
Ruido y vibraciones en general, ruido y vibraciones de detonaciones; formación de polvo por tráfico y erosión; humos (incl. humos de escombreras autoinflamadas); vapores de voladura, gases nocivos
Ruido producido por equipos generadores de energía, trabajos de extracción, tratamiento y transporte; gases de escape
Ruido; gases de escape
Ruido; gases de escape
Aguas superficiales
Alteración del ciclo de nutrientes (posible eutrofización); contaminación con aguas residuales; contaminación causada por una intensificación de la erosión
Desnitrificación; contaminación del cauce receptor con grandes cantidades de aguas residuales lodosas y/o con aguas residuales contaminadas
Enturbiamiento; incremento de la demanda de oxígeno; contaminación con aguas residuales
Enturbiamiento; incremento de la demanda de oxígeno; contaminación con aguas residuales
Aguas subterráneas
Descenso del nivel freático; deterioro de la calidad de las aguas subterráneas
Alteración del balance hídrico y de la calidad de las aguas subterráneas
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Suelo
Erosión en la zona de explotación; disminución del rendimiento, desecación, hundimiento del suelo, peligro de empantanamiento tras el restablecimiento del nivel freático, erosión
Erosión en la zona de explotación
Modificación del suelo marino y reducción de nutrientes en el mismo
Reducción de nutrientes en el suelo marino
Flora
Destrucción de la flora en el área de explotación; destrucción parcial/alteración de la flora en el área circundante debido a cambios del nivel freático
Destrucción de la flora en el área de explotación
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Fauna
Desplazamiento de la fauna
Desplazamiento de la fauna
Destrucción de organismos marinos inmóviles (corales)
Destrucción de organismos marinos inmóviles (corales)
Población
Conflictos relacionados con el uso del suelo; establecimiento o desarrollo de asentamientos a raíz de las actividades mineras, destrucción de zonas de recreación
Conflictos relacionados con el uso del suelo; conflictos sociales en períodos de auge, establecimiento o desarrollo de asentamientos debido a las actividades mineras
Deterioro de la pesca (destrucción de zonas de desove)
Deterioro de la pesca (destrucción de zonas de desove)
Edificaciones
Daños causados por el agua tras restablecer el nivel freático
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Otros
Posible modificación del microclima
Modificación del microclima; proliferación de agentes patógenos y vectores en aguas estáticas
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Minería a cielo abierto con extracción en seco
La minería a cielo abierto abarca la extracción en rocas sueltas y en rocas consolidadas. En los capítulos siguientes se hará referencia, en caso necesario, a las repercusiones específicas de cada tipo de extracción. Los efectos sobre el medio ambiente han sido clasificados en efectos físicos, biológicos y sociales.
La extracción de un recurso natural no renovable constituye el mayor efecto ambiental de la minería a cielo abierto. Además de la extracción de la materia prima en sí, deben tenerse en cuenta la destrucción de partes del yacimiento, así como la imposibilidad de aprovechar todo el material útil debido a pérdidas durante la explotación, al abandono de pilares y de segmentos del yacimiento no rentables y a la sobreexplotación. En la extracción de materias primas gasificables e inflamables (por ejemplo, carbón y turba) pueden destruirse recursos a consecuencia de incendios latentes de mantos.
Las explotaciones a cielo abierto llegan a abarcar superficies extensas. Además de la mina en sí, las explotaciones incluyen escombreras externas que, en explotaciones profundas en rocas consolidadas (por ejemplo, explotaciones a cielo abierto de menas), llegan a tener grandes dimensiones. A ello se suman los vertederos para los residuos del procesamiento, que en el caso de menas con bajo contenido metálico también requieren una gran superficie, y las superficies de infraestructura (complejos de viviendas para los mineros, suministro de energía, vías de transporte, talleres, oficinas administrativas, plantas de tratamiento, etc.). En vista de que las actividades mineras se realizan necesariamente en el propio yacimiento, su ubicación y dimensiones son el resultado de las características geológicas del depósito y de las rocas encajantes. Dado que la explotación a cielo abierto conlleva una alteración significativa de la corteza terrestre, debe ponderarse a fondo desde un comienzo si la explotación es tolerable en las condiciones dadas.
La explotación minera a cielo abierto tiene el doble efecto de eliminar las capas superiores del suelo en algunos lugares (extracción) y de cubrirlas en otro (establecimiento de escombreras). En la mayoría de los países industrializados existen disposiciones que regulan el manejo del suelo cultivable de la superficie terrestre. Según ellas, antes de iniciar las labores de minería a cielo abierto, el suelo cultivable debe ser transportado a otro sitio y almacenado temporalmente. Además, pueden existir disposiciones que regulen la reconstitución del suelo y el restablecimiento de condiciones de cultivo en áreas de relleno.
La preparación de la mina y el establecimiento de escombreras externas y vertederos son actividades que alteran temporalmente la morfología superficial del suelo. Además, al restaurar la capa vegetal en tajos abandonados, quedan depresiones, cuyo tamaño depende del volumen de material extraído durante la explotación y que constituyen una alteración morfológica permanente del suelo. Los tajos en rocas consolidadas producen alteraciones especialmente importantes, pues suelen tener una pendiente pronunciada y muchas veces -por ejemplo, en las canteras- carecen de material para el relleno. La extracción en rocas sueltas produce cambios morfológicos debido, por una parte, a las escombreras exteriores que reciben los desmontes durante la exploración de la mina, y, por otra, al hundimiento del suelo provocado por el desagüe.
La minería a cielo abierto interviene además en el régimen de aguas superficiales mediante la captación y la canalización de corrientes de agua. Las obras se extienden tanto al perímetro de la mina como a las superficies de explotación, y tienen por finalidad proteger la mina contra flujos de aguas superficiales y subterráneas. Los cauces de los ríos son desviados alrededor de la mina, mientras que el agua superficial acumulada, proveniente de precipitaciones o del drenaje de taludes, se recoge en estanques y se vierte en la red hídrica natural. Estas medidas pueden aumentar la carga de sedimentos y modificar la composición química del agua, pudiendo deteriorar la calidad del agua en el cauce receptor.
La minería a cielo abierto en rocas sueltas altera el balance hídrico de las aguas subterráneas, pudiendo deteriorar la calidad de éstas (infiltración de aguas residuales contaminadas) o producir efectos de lixiviación en las escombreras y en la mina misma. En muchos casos se hace necesario bajar el nivel de las aguas subterráneas para evitar que éstas penetren en el tajo. Esto se hace mediante pozos abiertos, ubicados dentro y alrededor de la explotación, los cuales hacen descender el nivel del agua por debajo del piso inferior de la mina. Ello permite explotar la mina en seco y reduce la presión sobre los frentes inclinados y el piso, garantizando la estabilidad de éstos. Por lo general, el agua de los pozos no está contaminada y puede evacuarse directamente en las aguas superficiales. La reducción del nivel freático en el entorno de la mina tiene consecuencias significativas, entre las cuales deben mencionarse especialmente:
Desecación de pozos en los alrededores
Hundimientos del terreno
Desequilibrios en la vegetación causados por cambios en las aguas subterráneas.
Al finalizar la explotación a cielo abierto, las depresiones creadas por la extracción del mineral y de las masas de estéril durante el descapotado se llenan hasta el nivel freático y se convierten en lagos, los cuales se alimentan generalmente de aguas subterráneas. El acuífero recupera su nivel de acuerdo a la profundidad del tajo y las condiciones hidrogeológicas. La recuperación puede ser muy lenta, y en ciertos casos dura más de 50 años. Además, si la zona de contacto entre agua y suelo contiene sustancias solubles, o si se han depositado en el suelo cenizas de una planta térmica o residuos industriales, puede deteriorarse la calidad del agua. El problema más difundido en este contexto es el de un pH demasiado bajo del agua lacustre. La falta de afluentes y efluentes agudiza el problema y favorece la eutrofización, sobre todo cuando las áreas colindantes están sometidas a una explotación agrícola intensiva.
Las labores de explotación son, además, una fuente de contaminación acústica, debido a las máquinas y equipos necesarios para arrancar, cargar, transportar, transferir y realizar otras operaciones con el mineral. Las barrenasy los explosivos son fuentes adicionales de contaminación acústica cuando el mineral se extrae de rocas consolidadas. Además del ruido de las voladuras, las vibraciones producidas por éstas contaminan el medio ambiente de forma dinámica, constituyen una molestia para las poblaciones vecinas y causan daños a construcciones.
Por último, las explotaciones a cielo abierto contaminan la atmósfera. Las causas y efectos de ello son muy diversos:
La contaminación atmosféricaes producida, por una parte, por la voladura de rocas, cuyo polvo es dispersado por las explosiones. Otra fuente de contaminación con polvo son las partículas de materiales expuestos, las cuales son levantadas y arrastradas por el viento, sobre todo durante las labores de carga, transferencia y vertido.
La contaminación atmosférica causada por gases puede ser consecuencia de las emisiones de escape de vehículos y motores (que generalmente consumen combustible diesel), así como de los vapores de voladura. En las explotaciones a cielo abierto de carbón, existen también otros peligros ligados a las características del yacimiento: por una parte, al extraer carbón de grandes profundidades puede desprenderse metano; por otra, los incendios provocados por la combustión espontánea del carbón pueden liberar gases tóxicos.
En las explotaciones a cielo abierto de carbón, un clima seco y caliente representa un considerable peligro de incendio, pudiéndose producir la combustión espontánea del carbón expuesto en los pisos de la mina o en los puntos de carga y transferencia.
En los vertederos de desmonte o de relave con bajo contenido en carbón, la inflamación espontánea puede provocar incendios latentes (sin llama) difíciles de apagar. Este tipo de incendios puede contaminar el medio ambiente con malos olores y gases tóxicos durante años e incluso décadas.
En casos especiales, por ejemplo cuando se explotan yacimientos de uranio o de pegmatitas en tierras raras, puede producirse contaminación radiactiva.
Efectos biológicos
Para extraer materias primas a cielo abierto es necesario eliminar las capas cobertoras, dejando el yacimiento completamente al descubierto. Como consecuencia, se destruye la flora en la zona de extracción, así como en las escombreras y en las diversas instalaciones de infraestructura de la mina.
La fauna, por su parte, es desplazada de la zona minera debido a la destrucción de su hábitat natural.
Los ecosistemas acuáticos sufren los efectos de una alteración de la calidad y la cantidad de las aguas superficiales, mientras que las zonas húmedas reaccionan ante los cambios del nivel freático (empantanamiento, descenso del nivel freático o sumersión causada por el restablecimiento del nivel freático original). Sobre todo los sistemas ecológicos frágiles en ubicaciones extremas son degradados a largo plazo o destruidos.
Los ecosistemas terrestres -por ejemplo, los que dependen de aguas subterráneas- también se ven afectados por la explotación minera. Después de abandonar la mina el terreno sufre una modificación irreversible, a pesar de las medidas de recultivo. La modificación se debe a los cambios físicos y químicos del suelo, a cambios en los recursos hídricos y a otros factores que conducen al establecimiento de comunidades vegetales y animales distintas a las originales.
Debido a la magnitud de las explotaciones y a la necesidad de ubicar éstas en el lugar del yacimiento, la minería a cielo abierto tiene un fuerte impacto sobre el entorno humano. Las consecuencias más comunes de la explotación son:
La necesidad de reubicar a los habitantes de la zona a ser explotada. La explotación a cielo abierto no sólo exige la reubicación de poblaciones, sino también de vías de transporte y de comunicación. A los daños económicos se suman repercusiones sociológicas y culturales, las cuales son especialmente pronunciadas cuando la población se encuentra arraigada en un espacio vital reducido o está aferrada a sitios sagrados o de importancia religiosa, así como a estructuras tribales, soberanías territoriales, etc.
Conflictos relacionados con el uso del suelo. Estos surgen a menudo cuando existen explotaciones agrícolas y forestales en el terreno a ser explotado o cuando se encuentran en él monumentos culturales importantes, zonas de recreo, etc., que serían destruidos o afectados por la explotación minera.
Las explotaciones a cielo abierto pueden ocasionar la pérdida de terrenos de uso agrícola, debido, entre otras cosas, a su extensión o a la degradación de la flora y la fauna. Esto implica, a su vez, la eliminación de fuentes de ingresos y, en casos extremos, el reasentamiento de poblaciones enteras. Por lo tanto, antes de iniciar el proyecto, será necesario examinar la situación en conjunto con la población, a fin de identificar las consecuencias y repercusiones que tendrá el proyecto para los diversos grupos sociales, sobre todo para las mujeres. Asimismo, será necesario determinar si las mujeres podrán participar adecuadamente de las ventajas económicas generadas por la explotación minera.
La minería, por otra parte, puede producir riesgos sanitarios para los mineros y para las personas que viven en los alrededores.
Por último, la dotación de infraestructura minera puede provocar el establecimiento o el desarrollo incontrolado de asentamientos.
Medidas para limitar el impacto ambiental de la explotación minera a cielo abierto
A continuación, se presentan algunas opciones técnicas encaminadas a limitar los efectos ambientales. Estas han sido clasificadas en medidas previas, paralelas y posteriores a las actividades mineras. La experiencia indica que para reducir los efectos ambientales se requiere un marco institucional adecuado, así como disposiciones apropiadas cuyo cumplimiento y control deben estar garantizados.
Medidas previas a las actividades mineras
La medida preliminar más importante consiste en determinar el estado actual del medio ambiente, a fin de tener un punto de referencia para medir los posteriores efectos ambientales. Deben tenerse en cuenta los monumentos culturales e históricos, los suelos, la calidad y el volumen de las aguas superficiales y subterráneas, así como la flora, la fauna, el uso del suelo, etc.
Antes de explotar placeres marinos debe hacerse un inventario de la flora y de la fauna marinas y determinar las corrientes de agua, la pendiente del lecho marino, etc.
La planificación exacta de las operaciones permite limitar considerablemente el impacto ambiental, incluso antes de iniciar las actividades mineras. Un cronograma adecuado de operaciones permite, por ejemplo, archivar y conservar los hallazgos arqueológicos, talar madera útil en la zona de explotación y limitar el tiempo que permanece destapada la mina. De la misma forma, mediante la separación cuidadosa y el almacenamiento por separado del humus y de los horizontes superiores del suelo, es posible asegurar el material necesario para la recuperación posterior del área de explotación. Un desagüe localizado y efectuado correctamente en etapas, en conjunto con nuevas técnicas de drenaje o medidas de sellado, contribuye a minimizar los efectos producidos por el descenso del nivel de las aguas subterráneas.
La población afectada que sufre los efectos directos o indirectos de la minería (por ejemplo, reasentamiento o consecuencias del deterioro de la actividad pesquera) debe participar en las decisiones importantes de la planificación, a fin de tener la oportunidad de defender sus intereses y prevenir posibles tensiones sociales. Es sumamente importante obtener una participación adecuada de los grupos afectados y de las autoridades locales en la planificación y ejecución de medidas de reasentamiento, pago de indemnizaciones y eventual retorno a las antiguas propiedades.
Finalmente, antes de iniciar las labores de minería, debe realizarse una campaña de capacitación y sensibilización en materia de protección ambiental y salud, dirigida a los encargados de la toma de decisiones y a quienes participan en las actividades mineras.
Medidas paralelas a las actividades mineras
A fin de reducir al mínimo la superficie de explotación, el material estéril debe depositarse en vertederos internos; es decir, en los espacios abiertos por la explotación.
Para reducir el nivel de ruido durante las labores, deben usarse dispositivos silenciadores en los equipos. Algunas máquinas pueden aislarse completamente con revestimientos antirruido o dotarse de tubos de escape y silenciadores especiales. Además, los mineros pueden protegerse individualmente, por ejemplo mediante el uso de protectores para los oídos. Finalmente, es posible limitar los períodos durante los cuales se emite ruido, por ejemplo realizando voladuras una sola vez por día. La construcción de barreras antirruido puede reducir además la difusión de ondas sonoras en los alrededores de las fuentes emisoras.
El uso óptimo de explosivos reduce considerablemente las emisiones de ruido y de polvo provenientes del arranque de rocas consolidadas. La planificación óptima de las voladuras (cantidad de explosivos, adecuación de la red de perforación y taponado de perforaciones cargadas) permite reducir la cantidad de explosivos, limitando de esta manera la potencia de las vibraciones, la dispersión de partículas ultrafinas y el ruido causado por la detonación.
Otras medidas individuales, tales como el humedecimiento de caminos, el lavado del equipo de transporte (por ejemplo, de camiones), la aspersión y el restablecimiento de la cubierta vegetal en las escombreras y demás superficies expuestas así como el uso de aglomerantes contribuyen a evitar las emisiones de polvo en las explotaciones. Además, se pueden insonorizar aparatos específicos, por ejemplo machacadoras (chancadoras) en sistemas de cintas transportadoras, dotándolos de un revestimiento aislante. La siembra de árboles o setos ayuda a detener la erosión eólica y favorece la precipitación del polvo. Los aparatos de perforación deben equiparse con dispositivos para precipitar el polvo, ya sea en seco o en mojado.
Las plantas depuradoras eliminan las sustancias sólidas en suspensión y neutralizan y purifican las aguas residuales, a fin de que el efluente cumpla normas mínimas de calidad. Para cada solución o suspensión existen procesos adecuados de separación líquido/líquido o sólido/líquido que deben utilizarse para purificar las aguas contaminadas. Para depurar aguas ácidas contaminadas con metales se pueden usar, por ejemplo, procesos electrolíticos; en el caso de aguas residuales radiactivas, puede aplicarse una técnica de intercambio de iones. Por otra parte, deben aprovecharse todas las posibilidades de combatir las causas de contaminación. Por ejemplo, un filtro ultrafino dispuesto en derivación en el circuito de lubricación de un motor prolonga la utilidad del aceite y puede reducir hasta en un 90% el volumen de lubricantes usados que hay que eliminar.
Las dragas para la explotación de placeres marinos en la plataforma litoral deberían estar equipadas con un canalón prolongado de descarga del descapote, que permita cubrir los desechos gruesos detrás de la draga, restableciendo así al máximo la composición granulométrica natural del suelo marino.
La extracción en húmedo en un lago artificial es preferible a la extracción en el cauce fluvial, puesto que reduce considerablemente la carga de lodo en el río.
Los pozos de exploración y otros agujeros de perforación de tamaño importante en desuso deben sellarse, ya que podrían desequilibrar los horizontes impermeables que retienen las aguas subterráneas.
Particularmente en frentes de arranque frágiles, el talud del perímetro de la mina debe ser tal que impida movimientos de tierra, tales como deslizamientos y derrumbes.
Al planificar la extracción en seco de carbón, debe preverse la protección de escombreras susceptibles de combustión espontánea, compactando la superficie e impidiendo el paso del aire. Los pilares y frentes de explotación abandonados también deben sellarse para impedir incendios latentes.
Las medidas especiales que pueden tomarse para proteger los ecosistemas vecinos incluyen la prohibición de acceso, el cercado y el bloqueo de vías.
Para proteger a la población afectada deben tomarse medidas tales como el nombramiento de un encargado de asuntos medioambientales y/o de seguridad en la mina y la asignación de médicos para la atención de los mineros. Dada la imposibilidad de restringir los daños ambientales a la superficie de explotación, debe brindarse atención médica a todas las personas que viven en los alrededores.
Paralelamente a las actividades mineras y a las medidas encaminadas a reducir los efectos ambientales de la explotación a cielo abierto, deben vigilarse constantemente todos los factores ambientalmente relevantes, recurriendo para ello a mediciones de control (monitoría). Los factores más importantes son: gases de escape, nivel de ruido, vibraciones, contaminación del agua, emisiones de polvo, movimientos/estabilidad de taludes, hundimientos y nivel freático.
Medidas posteriores a las actividades mineras
Después de agotar una sección del yacimiento y de haberla rellenado con desmontes de otros frentes de explotación, deben emprenderse inmediatamente medidas de saneamiento. En vista de que las explotaciones a cielo abierto suelen ocupar grandes extensiones, las medidas de recuperación en las secciones agotadas se realizan simultáneamente con las labores de extracción en otras secciones. Lo mismo debe hacerse en explotaciones con extracción en húmedo ubicadas fuera del cauce de un río. La recuperación del terreno afectado debe hacerse procurando restablecer las condiciones naturales del paisaje.
Sobre todo en zonas tropicales, conviene drenar y nivelar todas las superficies beneficiadas en húmedo, a fin de evitar acumulaciones superficiales de agua que podrían convertirse en focos de incubación de agentes patógenos y vectores, especialmente de la malaria. Sin embargo, en algunos casos, las acumulaciones de agua creadas por la explotación a cielo abierto pueden servir de reserva en época de sequía o aprovecharse como fuente de ingresos, por ejemplo para la piscicultura.
Las escombreras y los perímetros de la mina, al igual que las pilas de desmonte externas y las antiguas superficies de explotación, deben recultivarse inmediatamente con vegetación autóctona, a fin de limitar o prevenir la erosión -sobre todo en zonas tropicales de clima húmedo- así como la erosión eólica en zonas áridas. En zonas particularmente vulnerables deben utilizarse métodos especiales para controlar la erosión (por ejemplo, drenaje y consolidación).
Finalmente, conviene sanear progresivamente las superficies explotadas para dedicarlas a la agricultura, o bien restablecer las condiciones naturales para destinarlas a otros fines. Para poder aprovechar el terreno, será necesario aplanarlo, compactarlo y cubrir las superficies mecánica o hidráulicamente con capas de tierra y humus, a fin de permitir el restablecimiento de la cubierta vegetal y poder cultivar la tierra. Sin embargo, el recultivo del terreno afectado representa tan solo una posibilidad de minimizar el impacto ambiental. Debe tenerse en cuenta especialmente que las medidas de recuperación toman mucho tiempo y que su éxito no está garantizado. El recultivo de superficies, especialmente en zonas tropicales, no ha sido lo suficientemente estudiado y desarrollado en lo que respecta, por ejemplo, a las consecuencias de ciertos ciclos de cultivos y especies apropiadas para el lugar.