domingo, 26 de agosto de 2012
XXI Domingo del Tiempo Ordnario
domingo, 19 de agosto de 2012
Domingo XX del Tiempo Ordinario
sábado, 11 de agosto de 2012
Domingo XIX del Tiempo Ordinario
sábado, 4 de agosto de 2012
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
sábado, 28 de julio de 2012
Domingo XVII del Tiempo Ordinario
viernes, 6 de julio de 2012
NEW AND OLD GENERAL COUNCIL SVD
martes, 3 de julio de 2012
CV OF THE SUPERIOR GENERAL
Estimado Cohermano:
lunes, 2 de julio de 2012
TIME OF PRAYER
viernes, 29 de junio de 2012
CAPITULO GENERAL DE LOS MISIONEROS DEL VERBO DIVINO
SALUDOS DESDE NEMI DONDE SE ESTA REALIZANDO EL CAPITULO GENERAL DE LOS MISIONEROS DEL VERBO DIVINO. ESTA ES LA FOTO OFICIAL CON LA CAMISETA OFICIAL...POR SI PREGUNTAN DONDE ESTOY...SOY EL TERCERO DE LA PRIMERA FILA DE IZQUIERDA A DERECHA.
EN ESTE CAPITULO ESTOY COMO STAFF....TRADUCTOR DEL IDIOMA INGLES AL ESPAÑOL... UN BUEN TIEMPO DE COMVIVENCIA, REFLEXION, COMPARTIR Y ANALIZAR NUESTRO TRABAJO MISIONERO EN LOS PAISES DONDE TRABAJAMOS... SALUDOS
sábado, 26 de mayo de 2012
Solemnidad de Pentecostes
domingo, 13 de mayo de 2012
Sexto Domingo de Pascua
domingo, 29 de abril de 2012
Cuarto Domingo de Pascua
domingo, 15 de abril de 2012
Segundo Domingo de Pascua
DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO.
Tras la muerte de Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e indefensa ante las represalias que pueda tomar contra ella la institución judía. Se encuentra en una situación de temor paralela a la del antiguo Israel en Egipto cuando los israelitas eran perseguidos por las tropas del faraón (Éx 14,10); y, como lo estuvo aquel pueblo, los discípulos están también en la noche (ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Éx 12,42; Dt 16,1). El mensaje de María Magdalena, sin embargo, no los ha liberado del temor. No basta tener noticia del sepulcro vacío; sólo la presencia de Jesús puede darles seguridad en medio de un mundo hostil.
Pero todo cambia desde el momento en que Jesús –que es el centro de la comunidad- aparece en medio, como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad.
Su saludo les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado, pruebas de su pasión y muerte, son ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían miedo a la muerte que podrían infligirles "los judíos", ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él comunica.
El efecto del encuentro con Jesús es la alegría, como él mismo había anunciado (16,20: vuestra tristeza se convertirá en alegría). Ya ha comenzado la fiesta de la Pascua, la nueva creación, el nuevo ser humano capaz de dar la vida para dar vida
Con su presencia Jesús les comunica su Espíritu que les da la fuerza para enfrentarse con el mundo y liberar a hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la muerte. Para esto los envía al mundo, a un mundo que los odia como lo odió a él (15,18). La misión de la comunidad no será otra sino la de perdonar los pecados para dar vida, o lo que es igual, poner fin a todo lo que oprime, reprime o suprime la vida, que es el efecto que produce el pecado en la sociedad.
Pero no todos creen. Hay uno, Tomás, el mismo que se mostró pronto a acompañar a Jesús en la muerte (Jn 11,16), que ahora se resiste a creer el testimonio de los discípulos y no le basta con ver a la comunidad transformada por el Espíritu. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la permanencia de la vida. Exige una prueba individual y extraordinaria. Las frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos, meter mi dedo, meter mi mano), subrayan estilísticamente su testarudez. No busca a Jesús fuente de vida, sino una reliquia del pasado.
Necesitará para creer unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Tomás, que no llega a tocar a Jesús, pronuncia la más sublime confesión evangélica de fe llamando a Jesús “Señor mío y Dios mío”. Con esta doble expresión alude al maestro a quien llamaban Señor, siempre dispuesto a lavar los pies a sus discípulos y al proyecto de Dios, realizado ahora en Jesús, de hacer llegar al ser humano a la cumbre de la divinidad realizado ahora en Jesús (Dios mío)..
Pero su actitud incrédula le merece un reproche de parte de Jesús, que pronuncia una última bienaventuranza para todos los que ya no podrán ni verlo ni tocarlo y tendrán, por ello, que descubrirlo en la comunidad y notar en ella su presencia siempre viva. De ahora en adelante la realidad de Jesús vivo no se percibe con elucubraciones ni buscando experiencias individuales y aisladas, sino que se manifiesta en la vida y conducta de una comunidad que es expresión de amor, de vida y de alegría. Una comunidad, cuya utopía de vida refleja el libro de los Hechos (4,32-35): comunidad de pensamientos y sentimientos comunes, de puesta en común de los bienes y de reparto igualitario de los mismos como expresión de su fe en Jesús resucitado, una comunidad de amor como defiende la primera carta de Juan (1 Jn 5,1-5).
domingo, 1 de abril de 2012
Domingo de Ramos
SUBIR PARA BAJAR
En este primer día de la Semana Santa recordamos el momento de la entrada de Jesús en Jerusalén. Jesús sube allí para celebrar la Pascua, como era costumbre todos los años. Todas las familias iban en peregrinación y se reunían en ese mismo lugar porque era donde estaba el Templo. Muchos peregrinos se encontrarán con familiares y amigos que les esperan después de un año. Van juntos a celebrar la Pascua. Se reunirán por familias en las casas. Repetirán palabras y gestos ancestrales que guardan todavía todo su significado y que permanecen en la memoria de los más ancianos. Unas palabras y gestos que serán transmitidos a los más pequeños de cada hogar, renovando ese pacto, esa alianza que Dios quiere hacer con toda la humanidad.
Subir a Jerusalén era motivo de alegría, se subía como en una romería, cantando, saludando a los amigos que se iban encontrando en el camino. Se subía para vivir un momento gozoso, para recordar el gran gesto de Dios que liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, de la mano de Moisés. Se subía para celebrar la Pascua.
Jesús ha subido muchas veces. El evangelio nos relata al menos tres, pero seguro que todos los años Jesús se hacía presente en esta cita y no faltaba. Pero esta vez va a ser diferente, porque sabe que no va a ser bien recibido, porque intuye que el desenlace de su vida está cerca. Cerca ya de Jerusalén, manda a sus discípulos a una aldea cercana para que le traigan un borrico “que nadie ha montado todavía”. Los discípulos se lo llevan, lo cubren con sus capas y Jesús monta, dispuesto a entrar con él en Jerusalén. Los discípulos y la gente que seguía a Jesús extienden sus capas por el camino y también ramos, y van gritando: “Viva, bendito el que viene en nombre del Señor”.
Esta subida de Jesús a Jerusalén va a terminar en “bajada”. Es un subir para bajar que explica muy bien San Pablo con este himno litúrgico antiguo que hemos escuchado en la segunda lectura. Jesús ha subido a Jerusalén, ha entrado entre vivas y alabanzas. Pero ahora va a empezar su bajada, su descendimiento, su hacerse nada, su dejarse hacer por el Padre. “Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. A este gesto de obediencia de Jesús, de dejarse hacer, de cumplir la voluntad de su Padre Dios, en quien confía por encima de todas las cosas, Dios responde con la exaltación en el cielo. “Por eso Dios lo levantó sobre todo”, para que “toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre”.
A Jesús le van a subir a la cruz, pero es un gesto de descenso y de acercamiento al ser humano, a nuestra humanidad, a nuestras pobrezas y pecados, para que cuando sea exaltado por el Padre, todos lo seamos también con Él. La entrada de Jesús a Jerusalén es el principio del fin. Pero en ese final estamos todos implicados: estamos llamados a morir con Él para también con Él resucitar.
Hoy entramos todos en Jerusalén. Hoy entramos en la Semana Santa. Una vez en Jerusalén, tiene lugar la celebración de la Pascua. En la noche del Jueves Santo, Jesús cena con sus discípulos y hace una Pascua nueva, la Pascua de la Vida, la Eucaristía: “Haced esto en memoria mía”. El Viernes Santo, Jesús yace colgado de una cruz, signo de maldición convertido en signo de salvación. El relato de su pasión que hemos escuchado, y que volveremos a escuchar el Viernes Santo, es estremecedor. Cristo, solidario con la humanidad que sufre, que lo pasa mal, con toda persona humana sedienta de salvación, de sentido y felicidad plena, se anonada, se abaja, se humilla, hasta someterse a la muerte, “y una muerte de cruz”. Y por fin el Sábado, la gran Vigilia, la noche de la resurrección y de la vida; y el Domingo, la Pascua, el día del gozo y la alegría. Jesús ha resucitado. Nuestra vida tiene un sentido nuevo, profundo, auténtico.
Vamos a mirar con mucha fe y con mucho amor a este Jesús que sube a Jerusalén, para abajarse y morir por nosotros. Pidamos a Dios que esta semana nos llene el corazón de ese mismo amor con el que Jesús se entregó por nosotros, para que podamos manifestarlo a los que tenemos cerca todos los días del año.
sábado, 24 de marzo de 2012
V Sunday of Lent
"IF THE GRAIN OF WHEAT DIES, IT BEARS MUCH FRUIT"
One of the major goals of Lent is to force us to reflect on our own death and to see our way through it. We all must die, as much as we don’t like the fact. We try to hide it, dodge it, deny it. Yet we can’t in fact escape it.
Jesus came into the world, not so much to do away with death (not immediately) but to teach us how to die by his example and then to assure us that death does not say the last word on.
When we walk into the valley of death we do not walk alone. Jesus is with us because he’s been there before and knows what it is like. Moreover he promises us that just as he rose from the dead so will we. We will all be young again. We will all laugh again.
Once upon a time there was a young grandmother (well all grandmothers are young aren’t they?) who totally adored her oldest grandson (like most grandmothers do). He was a good young man too. Handsome, friendly, courteous, more mature than you could reasonably expect any teenager to be. He was also an excellent athlete and was to be valedictorian of his class.
Then, just a week before graduation, another teen (quite drunk) plowed into the car in which the young man was returning from a baseball game. He died three hours later in the hospital. Everyone in the family was, devastated, as you can well imagine. The grandmother was furious. Why do such things happen, she demanded.
Why did it have to happen to my grandson?
What kind of God would permit this to happen to me?
He must be a cruel and vicious God. Why should I believe in him?
I don’t believe in him. My grandson was so young; he had the rest of his life ahead of him. It’s all right for old people not to die, but not for someone who had a right to a long and happy life. I don’t believe in heaven. I don’t believe in anything. She carried on like this for months, making the tragedy even harder for her family. She stopped going to Church and refused to talk to the priest who dropped by her house to talk to her. I hate God, she insisted.
Then one night, maybe she was dreaming, maybe she was half away, her grandson, in his baseball uniform, came to visit it her. Cool it, Grams, he told her. I’m happy. Life is much better where I am. You’re not acting like my grams any more. We all have to die sometime, young or old, but here we’re all young and we’re all laughing.
So the grandmother began to let go of her grief and rage.
V domingo de Cuaresma
SI EL GRANO DE TRIGO CAE EN TIERRA Y MUERE, DA MUCHO FRUTO
En medio de la aflicción que se siente al ver Jerusalén destruida y los judíos divididos entre los que se quedaron y fueron deportados, se oyen las palabras del profeta Jeremías como un canto al perdón y la esperanza. Con razón los expertos llaman a estos capítulos de Jeremías el «libro de la consolación». Dios quiere comenzar de nuevo con su pueblo, proponiendo sellar una «nueva alianza», que genere relaciones nuevas entre Dios y su pueblo. ¿Qué tipo de alianza? Una que ya no esté escrita en tablas sino en el corazón mismo del ser humano. Dios deja claro que no es la simple ley, por sí misma, sino su espíritu, lo que nos acerca a Dios. Cuando se tiene a Dios «en el corazón», la ley se humaniza, se des-absolutiza, se acata desde el corazón, sin legalismos, con sinceridad, y el ser humano entra a formar parte del pueblo de Dios. Con ello, el otro regalo que nos hace Dios es acceder gratuitamente a su conocimiento. No hay que pagar ni matrícula ni mensualidades, no hay que ser mayor o menor, ni de una raza u otra: Dios se revela en la historia de cada pueblo, sin discriminaciones, sin olvidar a ninguno.
La carta a los hebreos destaca las actitudes de Jesús en el cumplimiento de la voluntad del Padre. El pasaje recuerda la escena del huerto de los Olivos, cuando Jesús ora al Padre ante la posibilidad de ser librado de la muerte. La oración tuvo como efecto el fortalecer a Jesús para llevar a cabo su misión, no ahorrarle la realización de la misión. Los cristianos tenemos mucho que aprender en este sentido, pues, la mayoría de las veces, nuestras palabras más que oraciones o súplicas parecen órdenes dadas a Dios para que no se haga su voluntad. El texto nos acerca también al sufrimiento que asume Jesús como prueba de su obediencia a los designios del Padre. Oración y sufrimiento de Jesús son signos concretos de esta solidaridad que comparte con toda la Humanidad. Por este acercamiento tan perfecto a la voluntad del Padre es por lo que Jesús se convierte en manifestación de la presencia de Dios entre nosotros, camino y modelo de salvación abierto a todos los hombres y mujeres del mundo.
En el evangelio de Juan vemos a judíos -o convertidos al judaísmo- que vienen a Jerusalén con motivo de la fiesta pascual. En medio de la caravana aparecen algunos griegos que aprovechan para pedir a Felipe: «quisiéramos ver a Jesús». La pregunta no es «¿dónde está?», a lo que probablemente cualquiera les hubiera respondido con una información adecuada, sino una petición que va unida al deseo de la mediación de los discípulos para conocer personalmente a Jesús. Los discípulos son reconocidos por su cercanía al maestro y se convierten en mediadores, testigos y compañeros de camino para quienes quieren ver a Jesús. El hecho de que sean griegos quienes buscan a Jesús tal vez quiera ser un símbolo de universalidad del evangelio, pues «incluso los paganos buscan a Jesús». La ocasión es aprovechada para anunciar que el tiempo de las palabras y los signos está llegando a su fin, pues se acerca la «hora» del «signo» mayor: su pasión y muerte en la cruz para alcanzar la redención del mundo.
Jesús acude a una breve parábola. Sólo el grano de trigo que muere de mucho fruto. Esta brevísima parábola presenta una vez más, de otro modo, la lección fundamental del Evangelio entero, el punto máximo del mensaje de Jesús: el amor oblativo, el amor que se da a sí mismo, y que por ese perderse a sí mismo, por ese morir a sí mismo, genera vida.
Estamos ante una de las típicas «paradojas» del evangelio: «perder» la vida por amor es la forma de «ganarla» para la vida eterna (o sea, de cara a los valores definitivos); morir a sí mismo es la verdadera manera de vivir, entregar la vida es la mejor forma de retenerla, darla es la mejor forma de recibirla… «Paradoja» es una figura literaria que consiste en una «contradicción aparente»: perder-ganar, morir-vivir, entregar-retener, dar-recibir… Parecen dimensiones o realidades contradictorias, pero no lo son en realidad. Llegar a darse cuenta de que no hay tal contradicción, captar la verdad de la paradoja, es descubrir el evangelio.
Y estamos ante un punto alto de la revelación cristiana. En Jesús, se expresa una vez más el acceso de la Humanidad a la captación esta paradoja. En la «naturaleza», en el mundo animal sobre todo, el principal instinto es el de la auto-conservación. Es cierto que hay mecanismos diríamos «altruistas» controlados hormonalmente para acompañar los momentos de la reproducción y la cría de la descendencia o para la defensa de la colectividad, pero no se trata verdaderamente de «amor», sino de instinto, un instinto puntual excepcional sobre el gran instinto de la auto-conservación, que centra al individuo sobre sí mismo. La naturaleza animal está centrada sobre sí misma. Lo que pueda ser contrario a esta regla no es más que una excepción que la confirma.
El ser humano, por el contrario, se caracteriza por ser capaz de amar, por ser capaz de salir de sí mismo y entregar su vida o entregarse a sí mismo por amor. La humanización u hominización sería ese «descentramiento» de sí mismo, que es centramiento en los demás y en el amor. La parábola que estamos reflexionando expresa un punto alto de esa maduración de la Humanidad; tanto, que puede ser considerada como una expresión sintética de la cima del amor. En el fondo, esta parábola equivale al mandamiento nuevo: «Este es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros ‘como yo’ les he amado; no hay mayor amor que ‘dar la vida’» (Jn 15,12-13). Las palabras de Jesús tienen ahí también pretensión de síntesis; ahí se encierra todo el mensaje del Evangelio. Y en realidad se encierra ahí todo el mensaje religioso: también las otras religiones han llegado a descubrir el amor, la solidaridad… el «descentramiento» de sí mismo como la esencia de la religión. Jesús es una de esas expresiones máximas de la búsqueda de la Humanidad, y del avance de la presencia de Dios en su seno…
Si las semillas somos nosotros, ¿a qué debemos morir? Esta hora neoliberal que vive el mundo de hoy, aunque se haya dado un notable avance en aspectos como la tecnología, la intercomunicación mundial, y hasta un notable desarrollo económico (tremendamente desequilibrado), no podemos dejar de descubrir un cierto «retroceso» en humanización: frente al pensamiento utópico, a las «ideologías» (en el sentido positivo de la palabra) que buscaban la «socialización» humana, la realización máxima posible de la solidaridad entre los humanos y la colectividad, la realización de una sociedad fraterna y reconciliada, tras el fracaso simplemente económico, militar o tecnológico de alguno de los sectores en conflicto, ha acabado por imponerse la vuelta a una economía supuestamente «natural», descontrolada, sin intervención, dejada al azar de los intereses de los grupos, llegándose a proclamar que «la persecución del propio interés sería la mejor manera de contribuir para el bien común» [fisiocracia, Tableau de Quesnay…]. El neoliberalismo, con su programa de «adelgazamiento del Estado», su disminución de los programas sociales y la proclamación de un mercado supuestamente «libre», ha vuelto a hacer de la sociedad humana una «ley de la selva», donde cada uno busca su propio interés incluso creyendo que colabora al bien común. Es una proclamación enteramente contraria al Evangelio, y contraria al mensaje de todas las religiones. Es por eso que podemos considerarla como la proclamación de una nueva religión, las del egoísmo insolidario. Afortunadamente hay cada vez más señales de que este eclipse de la solidaridad y este retroceso de hominización trasluce cada vez más su verdadera naturaleza, y la inconformidad surge por doquier. «Otro mundo es posible», a pesar del esfuerzo de la propaganda neoliberal por convencernos de que «no hay alternativa» y de que estamos en el «final (insuperable) de la historia»... Si, con el evangelio, creemos que «no hay mayor amor que dar la vida», que la ley suprema es «morir como el grano de trigo para dar vida» (evangelio de este domingo), deberíamos comprometernos para que la sociedad se concientice sobre la necesidad de superar políticas económicas tan «naturales» y tan poco «sobrenaturales» como la actual política neoliberal.
domingo, 18 de marzo de 2012
IV Domingo de Cuaresma
NICODEMO
Nicodemo, cuyo nombre significa “el que vence al pueblo”, aparece varias veces en el evangelio de Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39). No es un cualquiera. Por su filiación religiosa es un fariseo, es decir, un rígido observante de la Ley, considerada como la expresión suprema e indiscutible de la voluntad de Dios para el ser humano. Es el primer rasgo que señala Juan antes del nombre mismo. Nicodemo se define como hombre de la Ley antes que por su misma persona. Juan añade otra precisión sobre el personaje: en la sociedad judía es un “jefe” título que se le aplica particularmente a los miembros del Gran Consejo o Sanedrín, órgano de gobierno de la nación (11,47). En éste, el grupo de los letrados fariseos era el más influyente y dominaba por el miedo a los demás miembros del Consejo (12,42).
Nicodemo habla en plural (3,2: sabemos). Es, pues, una figura representativa. La escena va a describir, por tanto, un diálogo de Jesús con representantes del poder y de la Ley. Nicodemo llama a Jesús “Rabbí” (3,2) término usado comúnmente para los letrados o doctores de la Ley que mostraban al pueblo el camino de Dios. Así es como este fariseo adicto ferviente de la Ley, ve a Jesús. Es extraño, porque hasta el momento, Jesús no ha dado pie para semejante interpretación de su persona. En realidad, Nicodemo está proyectando sobre Jesús la idea farisea de Mesías-maestro, avalado por Dios para interpretar la Ley e instaurar el reinado de Dios enseñando al pueblo la perfecta observancia de la Ley de Moisés. Lejos de comprender el cambio radical que propone Jesús. Para los fariseos en la Ley está el porvenir de Israel, para Jesús, el nacimiento en el Espíritu abre el reino de Dios al porvenir humano. El ser humano no puede obtener plenitud y vida por la observancia de una Ley, sino por la capacidad de amar que completa su ser. Sólo con personas dispuestas a entregarse hasta el fin puede construirse la sociedad verdaderamente justa humana y humanizadora. La Ley no elimina las raíces de la injusticia. Por eso, una sociedad basada sobre la Ley, no sobre el amor, nunca deja de ser opresora, codiciosa e injusta.
La segunda parte del diálogo de Jesús con Nicodemo se centra en el que “bajó del cielo” sin dejar de ser “del cielo” “para que todo el que crea tenga vida eterna”. La reflexión de Jesús resalta la relación que hay entre creer y vivir en las obras de la vida eterna, es decir, en el reino de Dios. “Bajar del cielo” y ser “levantado” es un asunto de amor de Dios.
Frente a la centralidad farisaica de la Ley, el evangelio de Juan propone la dinámica liberadora de la fe en Jesús “levantado” (crucificado), como la serpiente que Moisés levantó en el desierto. Creer es la respuesta al inmenso amor de Dios. Es la reciprocidad del amor. Creer no es un concepto o una doctrina, es un acto de amor por el que adviene el reino de Dios. El juicio sobre la humanidad tiene como criterio la fe como acto de amor recíproco. Nuevamente llegamos a la insistencia de Juan. Una humanidad justa y feliz sólo es posible sobre el amor, no sobre la Ley. Ésta es la fe que proclama Juan.
Pablo, después de agradecer el don de la fe (Ef 1,3-14), contrasta y contrapone dos tiempos: el de la muerte y el de la resurrección. El tiempo de la muerte (Ef 2,1-3) corresponde a “delitos y pecados” según el “proceder de este mundo” bajo la dominación de Satanás. Es tiempo de esclavitud e infrahumanidad. De ese tiempo Dios rescata tanto a judíos como a gentiles, por ser “rico en misericordia”, vivificándolos “juntamente con Cristo”, por su resurrección. Sólo la gracia mediante el don de la fe puede “explicar” tal sobreabundancia de amor divino. El tiempo de la resurrección es tiempo de “nueva creación” en Cristo Jesús, lo que se expresa en las “buenas obras” practicadas por quienes han sido vivificadas y vivificados. No es de extrañar que la “medida” de las buenas obras sea como la medida de Dios: el amor. El tiempo de la resurrección es el tiempo de afirmación de la vida en el amor. Para la fe cristiana, la muerte (la esclavitud) no tiene la última palabra. Vivir a plenitud como nuevas criaturas el tiempo de la resurrección es el llamado que Pablo hace a lo largo de esta carta a la iglesia nacida entre la gentilidad.
sábado, 10 de marzo de 2012
Third Sunday of Lent
CLEANSING THE TEMPLO
Jesus action in cleansing the temple was a protest against the commercialisation of religion and desecration of the Temple. But it went deeper. It was a symbolic action, in the fashion of an Old Testament prophet (Jer 7:11; Mal 3.1), through which he passed judgement on the Jewish sacrificial system. He was declaring that temple worship, with its ritual and animal sacrifices, was irrelevant and could do nothing to bring people to God. He was replacing sacrificial worship with spiritual worship.
He was also protesting at the way religion had become narrow, nationalistic, and exclusive. Israel had failed to fulfil her universal mission to humankind. It was God´s intention that the Temple should be a house of prayer “for all nations”. But the Temple remained the jealously- guarded preserve of Israel. No Gentile dare to venture, under threat of penalty and death, beyond what was known as the “court of the Gentiles”. Jesus declared that salvation was not just for the Jews, but for all peoples.
The first reading is one of the two versions of the Decalogue (the other is Deut 5: 6-21). The Ten Commandments are a map of life for a people who enjoy a special relationship with God. They were to be seen as a gift, not a burden. However, Christians must not live by the Ten Commandments but by the “law” of Jesus. He brought in a new and more exacting law- the law of love. He effectively reduced the commandments to two: love of God and love of neighbour.
Tercer Domingo de Cuaresma
DESTRUYAN ESTE TEMPLO Y EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ
El evangelio de Juan coloca la manifestación mesiánica de Jesús al comienzo de su actividad pública y en el contexto de una fiesta de Pascua en Jerusalén. Para Juan es muy importante relacionar a Jesús y su comunidad en el marco de la sucesión de las fiestas judías. Eso lo vemos a lo largo de todo el evangelio, pues no hay ningún acontecimiento fuera de ese marco. Juan optó por encuadrar toda la actividad pública de Jesús en el tiempo religioso de los que su propio Evangelio define como “los judíos”. Al organizar la narración en función de una serie de fiestas judías, deja entrever una construcción ideológica y cultural rica, articulada e intencionada. La pascua judía es confrontada por Jesús y su comunidad discipular tres veces en el evangelio de Juan. Es evidente el simbolismo. Con Jesús irrumpe una nueva Alianza (tres siempre simboliza el nacimiento de algo nuevo). El tiempo del Reino construye una nueva festividad. El tiempo de las fiestas judías es contrapuesto por un tiempo inusual y alternativo. El relato centra su interés en la dialéctica entre la estructura simbólica y temporal del judaísmo y una estructura nueva alternativa que se quiere afirmar e institucionalizar.
El simbolismo de la revelación mesiánica de Jesús es sumamente resaltado en la confrontación con el templo. El relato necesita hacerlo, al fin y al cabo se está construyendo y afirmando una nueva identidad. El templo de Jerusalén es el centro de las instituciones y símbolo de la gloria y el poder de la nación judía (tanto la residente en Palestina como la que se encuentra en la Diáspora). El evangelio emplea un símbolo conocido para indicar la presentación mesiánica de Jesús: el “látigo con cuerdas”. Era proverbial la frase “el látigo del Mesías” para significar la violencia que implica la irrupción de la era mesiánica. El uso que Jesús hace del “látigo” no deja la menor duda a cerca de su identidad y del proyecto que encarna: con él arroja fuera del templo el ganado que se vendía para los sacrificios, las ovejas y los bueyes. Sacrificios, como ovejas y bueyes, así como sus potenciales compradores (sólo los ricos podían ofrecer este tipo de ganado en el sacrificio) son puestos fuera del horizonte del nuevo proyecto mesiánico-profético.
Al echar todos afuera del templo con sus ovejas y sus bueyes, declara Jesús la invalidez del culto de los potentados, del que los sacrificios constituían el momento cumbre. Jesús no denuncia solamente, como habían hecho los profetas, el culto que encubre la injusticia, sino que declara infame el culto que es en sí mismo una injusticia, por ser medio de explotación, pero sobre todo por ser legitimación religiosa de la injusticia y del crimen. No propone una reforma del culto, sino la abolición.
La expulsión de los bueyes tiene que ver con la misma constitución de la sociedad tributaria-monárquica. El primer rey de Israel se constituyó a partir del “grupo de campesinos propietarios de bueyes”. No es de extrañar que a partir de entonces, latifundistas, bueyes y sacrificios en el templo estén articulados en un solo proyecto y se correspondan ideológica y religiosamente. Además el dios Baal de los agricultores cananeos se representaba con un buey. La agricultura y la ganadería necesitan su propio dios y su propio culto. Fueron los latifundistas aliados importantes de Herodes para la consolidación de su poder y éste en retribución mantuvo en forma opulenta al templo. Así podemos entender por qué el templo estaba lleno de bueyes, si la ideología religiosa dominante cuyo centro simbólico estaba allí, era la justificación principal para al sistema social estratificado y concentrador en Palestina desde la Reforma de Josías.
La expulsión de las ovejas del templo tiene también un rico sentido simbólico. Las ovejas son figura del pueblo, encerrado en el recinto donde está condenado al sacrificio. Los dirigentes explotan y asesinan al pueblo, verdadera víctima del culto, sacrifican y destruyen al rebaño, a cuya costa viven. Jesús no se propone reformar aquella institución religiosa, propósito por cierto inútil, sino rescatar al pueblo de ella.
Todos los grupos judíos esperaban el Reino, y la agitación del primer siglo hizo a muchos pensar que la hora estaba próxima. Para los celotas era la hora de tomar las armas era la hora de tomar las armas contra la ocupación romana para instaurar el reino de Dios en el cual el templo y su personal ya no estuvieran sujetos a ningún imperio. Los saduceos no esperaban activamente el Reino y se contentaban con mantener como mejor podían el culto del templo con la ayuda de las autoridades romanas. Los esenios como los celotas estaban listos para tomar las armas por el Reino pero se habían retirado al desierto en espera del momento oportuno (kairós), considerando que el templo estaba en manos ilegítimas. Los fariseos también consideraban que para que llegara el Reino había que acabar con el dominio extranjero y restaurar la autonomía del templo. Sin embargo, no entraron a ninguna guerrilla y se dedicaron a la más riguroso observancia de la ley.
A diferencia de los grupos anteriores, la actitud de Jesús y de su comunidad discipular es de tajante oposición al templo, lo que aparece de una manera mucho más radicalmente - no solo como rechazo de un culto de los poderosos - en las acciones contra los cambistas a quienes les desparrama las monedas, y contra los vendedores de palomas a quienes les ordena quitar de en medio su mercancía.
Los cambistas representaban “el sistema financiero” de la época. Todos los varones judíos mayores de 21 años estaban obligados a pagar un tributo anual al templo, e infinidad de donativos en dinero iban a parar al tesoro del templo. Además, en la antigüedad, los templos, por la inmunidad que les confería su carácter sagrado, era el lugar elegido por los pudientes para depositar sus tesoros. El templo de Jerusalén llegó a ser uno de los mayores bancos de la antigüedad. Para pagar el tributo y los donativos no se podía hacer en monedas que llevasen la efigie imperial, considerada idolátrica por los judíos. El templo acuñaba su propia moneda y los que iban a pagar tenían que cambiar sus monedas por las del templo. Los cambistas cobraban, naturalmente su comisión. Al volcar sus mesas y desparramar sus monedas, Jesús estaba atacando directamente el tributo al templo y, con él, al sistema económico religioso dominante. El templo es para Jesús una empresa que explota económicamente al pueblo. De hecho, el culto proporcionaba enormes riquezas a la ciudad y a los comerciantes, sostenía a la nobleza sacerdotal, al clero y a los empleados. La acción de Jesús toca, por tanto, un punto neurálgico: el sistema económico e ideológico que representaba el templo en Israel.
La acción contra los vendedores de palomas es igualmente de enorme impacto ideológico. Las palomas eran animales sacrificiales de menor importancia, pues con ellas los pobres ofrecían sus cultos a Dios; sin embargo el hecho que sus vendedores hayan sido los únicos a quienes Jesús se dirige y a los que hace responsables de la corrupción del templo, deja ver la enorme preocupación de Dios por la suerte de los pobres y su enojo por quienes hacen negocio con su pobreza. En contraste con las dos acciones anteriores, Jesús no ejecuta acción alguna, sino que se dirige a los vendedores mismos acusándolos de explotar a los pobres por medio del culto, del impuesto, y del fraude de lo sagrado.
El templo es “casa del mercado” y allí el dios es el dinero. Al llamar a Dios mi Padre, Jesús no lo identifica con el sistema religioso del templo. La relación con Dios no es religiosa sino familiar, está en el ámbito de la casa familiar. La relación se desacraliza y se familiariza. En la casa del Padre ya no puede haber comercio ni explotación, siendo casa-familia acoge a quien necesite amor, intimidad, confianza, afecto.
Aún, Jesús da un paso más en su confrontación radical con el templo al proponerse él mismo como santuario de Dios. Frente al poder de Herodes (cuarenta y seis años de construcción del templo) emerge el poder del resucitado (tres días). En el Reino de Dios no se requiere templos sino cuerpos vivos. Estos son los santuarios de Dios, en donde brilla su presencia y su amor si viven dignamente. Jesús no viene a continuar la línea religiosa tradicional. Vino a proponer una humanidad restaurada a partir del principio de la ultimidad de la vida en cuerpos que viven con dignidad. Sobre esta base es posible soñar y construir otra manera de vivir y otra manera de creer.