viernes, 5 de febrero de 2010

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario




ECHARE LAS REDES.

“Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar”, le dice Jesús a Pedro. Esto, por supuesto, desconcierta a Pedro: “¿Cómo que vayamos mar adentro, cuando todos ya han lavado sus redes y se retiran a casa? ¿Cómo que echemos las redes, después de haber trabajado toda la noche sin pescar nada? Es inútil, ya no es hora de pescar”. Parece que lo mas lógico es regresar a la orilla, guardar las redes e ir a casa a descansar; sin embargo, la respuesta de Pedro es otra: “Confiando en tu palabra, echare las redes”.

Pedro hace a un lado sus dudas y las murmuraciones de la gente que sabe que ha tenido un mal día, y se lanza confiando, no en sus dotes de pescador, sino en la palabra de Jesús.

Al lanzar las redes “cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían,” continúa la narración. Ante esta manifestación prodigiosa, Pedro reconoce su pecado y se echa de rodillas ante Jesús, diciendo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”. Ciertamente Pedro no era de los más pecadores de Cafarnaúm, pero ante la potencia y santidad de Dios siente que muchas cosas de su vida no van bien. La delicadeza de Jesús no aprovecha para echarle en cara sus fallas, mas bien lo levanta y le dice: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.

Desde que Jesús se subió a la barca, Pedro va teniendo muchas transformaciones: de ser un hombre orgulloso de sí mismo, pasa a ser un hombre que reconoce su pecado; de experimentarse como un pecador caído y derrotado, pasa a ser un pecador que se levanta y confía en el Señor; de ser un pescador de peces pasa a ser, con Jesús, un pescador de hombres.

Y yo, ¿a qué me siento invitado? ¿En cuales aspectos de mi vida es necesario que vaya más a fondo? ¿A dónde siento que Jesús me invita a echar las redes?

Feliz domingo,

Reynaldo R. Román D.

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