sábado, 30 de enero de 2010

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario


LA VOCACION DE LOS PROFETAS.

Después de proclamar su misión en la sinagoga de Nazaret, Jesús quiere poner manos a la obra e iniciar ahí, en la tierra que lo vio crecer, su tarea evangelizadora. Y al principio todo va bien, sus paisanos aprueban el mensaje y admiran la sabiduría de sus palabras; pero, segundos mas tarde, dudan y empiezan a murmurar: ¿No es este el hijo de José?. Jesús se percata de lo que hay en los corazones de sus oyentes y les dice: “Seguramente me diran aquel refran: “Médico , curate a ti mismo” y has aquí, en tu propia tierra, todos estos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm… Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra”. Una vez oídas estas palabras de Jesús, todos los que estaban en las sinagoga pasan de la duda o el desprecio, a la ira y la violencia: “Lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña… para depeñarlo”.
Aquí es donde debemos preguntarnos: ¿por qué los profetas encuentran tanta hostilidad y persecución?
¿Por qué despiertan conciencias, cuando la mayoría hace lo posible por anesteciarlas?
¿Por qué desmienten, cuando los que gobiernan o tienen autoridad hacen creer que “las cosas estan bien así”?
¿Por qué al no tener posiciones o intereses personales que defender, aparecen escandalosamente libres?

Reynaldo Rodrigo Román Díaz.

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