martes, 8 de septiembre de 2009

Domingo 24 del Tiempo Ordinario
























EL QUE QUIERA SEGUIRME…

“El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.

El discipulado envuelve la renuncia de si mismo y tomar la cruz. En el tiempo en que el Evangelio fue escrito, Muchos cristianos eran literalmente llevados a cargar la cruz y morir en ella. Las palabras que Jesús pronuncia son muy directas a la situación y a la gran promesa. “Al final de nuestros días el seguir el camino del discipulado no es la cruz pero si la resurrección. En los versículos del capitulo 8, 34-38 no es finalmente de perder la vida para el mundo. Es finalmente para “salvar” nuestra propia vida, ver como nuestro caminar cristiano se enfoca en el Reino de Dios.

Los deportes nos dan una analogía. Por ejemplo, en los partidos que son ganados- excepto el de Costa Rica con México- por supuesto. Experimentar un día de triunfo, el atleta o futbolista debe primero echarle ganas a su actitud y entrega en el campo de juego. La condición física es dolorosa y a veces extenuante pero la disciplina no es el dolor ni el aburrimiento pero si llegar a ser un ganador. Obtener la victoria en el juego. Así es el campo espiritual. La disciplina espiritual nos lleva a la victoria espiritual. La Iglesia siempre esta tentada a ofrecer a poco costo un discipulado en la esperanza de atraer a mas personas pero un llamado débil produce discípulos débiles.

El reto de perder nuestras vidas por Jesús es un conflicto en los tiempos actuales. La preservación de la vida es ahora una industria. La medicina moderna, la dieta apropiada para no engordar, los ejercicios que nos hacen extender nuestra vida, los cosméticos y las cirugías plásticas preservan nuestras apariencias. Pero, encontramos una gran dificultad en escuchar el llamado de Jesús de perder nuestras vidas por el y por el evangelio.

Cuando este evangelio fue primeramente escrito, muchos cristianos literalmente estaban perdiendo sus vidas por su fe. Ellos eran tentados a negar a Cristo para salvar sus vidas. Esto sigue existiendo con muchos cristianos en la actualidad. La persecución de los cristianos sigue existiendo en la actualidad. Más cristianos murieron en el siglo XX que en el siglo I. La lista de las naciones donde muchos católicos cristianos son rutinariamente perseguidos es muy larga: China, Corea del Norte, Laos, Vietnam, Indonesia, Timor del Sur, India, Pakistán, Afganistán, Egipto, Sudan, Iran, Arabia Saudi, Cuba, etc,- solo por mencionar algunos. Nosotros que vivimos en un país de paz y que no estamos sometidos al martirio necesitamos tener también ese vínculo con el mundo. Necesitamos alimentar ese espíritu de solidaridad con aquellos cristianos que luchan por un mundo mejor, de justicia, paz e igualdad.

El reto que nosotros enfrentamos parece ser trivial en comparación. Los lugares de trabajo a veces parece ser intolerantes al hablar de Dios. Las escuelas o juegos de futbol están fijados los domingos en la mañana- hora de la Eucaristía, forzando a los jóvenes a escoger entre el deporte o Jesús. Lideres encasillan a los cristianos como fanáticos o intolerantes ante las nuevas normas “culturales” que prevalecen en la sociedad. Ahora hasta algunos diputados de Costa Rica quieren quitar el nombre de Dios en la Constitución asumiendo que limita la libertad de creencias y los derechos de los ciudadanos. Hay ahora una corriente ideológica que en cierto modo semejan una persecución donde nosotros los cristianos católicos no podemos decidir, opinar o argumentar que el Estado, la economía del país o la justicia social no ha sido del todo exitosa en sus funciones para el bienestar de la sociedad.

Si bien nuestros retos no son cuestiones de vida o muerte, estamos tentados a sentir que no es importante crear un mundo con más conciencia social. Estamos dispuestos a morir por Cristo pero se nos hace difícil vivir en Cristo día a día.

Jesús nos da tres formas de cómo seguirlo: estamos llamados a (1) renunciar a nosotros mismos (2) para tomar la cruz y (3) seguirlo. Jesús no nos llama a negar nuestros valores. Nosotros somos creados a su imagen, así pues, ¿como no conservar nuestros valores?. Tampoco Jesús nos llama a negar nuestras satisfacciones en la vida. El negarnos a si mismo no significa para nosotros el final de nuestros anhelos pero si un gran significado- El Reino de Dios. Es solamente poner a Cristo, nuestro mesías, antes que nuestra propia voluntad.

Entonces, ¿quien es para mi Jesús? Es el Mesías. El ungido. No un líder distante o demasiado rico que solo buscan sus propios intereses. O como algunas figuras publicas que se sirven del pueblo para sus propios intereses. Jesús es aquel que se da para nosotros, el que tanto nos amo que dio la vida por nosotros. Cristo quiere que seamos leales con El. Que en mis tareas o quehaceres cotidianos encontremos la expresión de seguirlo como discípulo. En el trabajo, la oración y en el compartir.

Jesús nos pregunta a nosotros: ¿Quien soy yo para ti? ¿Soy el Mesías para ti?
Entonces busca en tu vida. ¿En que sentido has realizado tus metas? ¿Que estás haciendo para que tu trabajo, tu oración y el compartir sean enfocados al anuncio del Reino de Dios?

Tu trabajo es importante. Ninguna labor es menos importante si en ella hay una leal intención.

Tu oración es importante. No importa que frágil seamos. Dios nos escucha y atiende nuestras oraciones.

Tu generosidad es importante. Lo que das hace la diferencia en el mundo y para los demás.

Como puedo responder en mi vida cuando Jesús me pregunta ¿Quién soy yo para ti?

Reynaldo Román

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