jueves, 15 de octubre de 2009

Domingo 29 del Tiempo Ordinario



Jornada Mundial de las Misiones

En este domingo, la Iglesia nos invita a celebrar, como siempre, el Memorial de la Muerte y de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y también la Jornada Mundial por la evangelización de los pueblos (DOMUND). Por nuestra parte asumimos esta llamada ya que la “misión evangelizadora” pertenece a la esencia e identidad de la Iglesia.
Digamos algunas palabras sobre el DOMUND:
Ante todo, el DOMUND ha de ser celebrado entre nosotros, en nuestra propia casa, en nuestros pueblos y ciudades no como una fiesta meramente cultural, tradicional, menos aún folklórica. Sería desvirtuar la entraña de esta celebración.

• Personas comprometidas con la evangelización.
Llegados a este punto de nuestra reflexión queremos decir también que no podemos resignarnos a una privatización total de nuestra fe, como si la experiencia cristiana debiera permanecer secretamente enterrada en las conciencias, sin influencia alguna sobre la realidad de nuestro mundo y de nuestra sociedad. Rechazamos toda tentación de repliegue eclesial. Ahora bien esto no significa que nosotros queramos pedir una posición privilegiada, más o menos favorecida por los poderes públicos. Además, hemos de decir que la Iglesia sigue siendo misionera., es decir, vuelta hacia todos y a todos abierta. A causa de la misión que le confió Jesucristo cuando pide a sus discípulos que sea “luz del mundo y sal de la tierra. No renunciamos a ser una Iglesia para todos. La presencia de la Iglesia en la sociedad y en el mundo es una presencia sacramental: somos “señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano” (LG 1).

• Los que se esfuerzan en entablar y proseguir el “diálogo fe-cultura”.
Son también misioneros en esos ámbitos tan peculiares de nuestro mundo. Para ello hemos de estar a la escucha con profundo respeto y amor de lo que la cultura actual nos dice, nos muestra, nos ofrece. Después de esta escucha llega el momento de ofrecer el Evangelio de Jesucristo que asume los logros de esta cultura siempre y cuando estén en conformidad con la dignidad del ser humano y rechaza aquellos resultados que se oponen o destruyen la dignidad del ser humano. Todo esto hecho en un clima de diálogo, de respeto, de búsqueda sincera y desinteresada de la verdad que nos hace libres y se realiza en el amor. No olvidemos que “el hombre es el camino de la Iglesia”, especialmente “el enfermo y el desvalido, el marginado y el excluido, el solo y el abandonado, el inmigrante y el refugiado. Estos seres humanos nos dicen hoy: “No soy un extraño. ¡Soy tu hermano!”. ¿Qué les diremos? Por estos senderos pasa la credibilidad de la Iglesia, del cristiano, del sacerdote, del religioso…

• Los catequistas.
Son esos cristianos y cristianas que regalan su tiempo para acoger a los niños, adolescentes y jóvenes en el seno de la Comunidad Cristiana a fin de ayudarles a conocer mejor la fe cristiana, a celebrar con mayor hondura la liturgia, a sembrar con cariño y respeto en sus conciencias los valores morales del Evangelio de Jesucristo, el Salvador y Redentor de la humanidad, a iniciarlos en la vida sacramental y apostólica. Hacen falta catequistas en nuestras parroquias; catequistas bien formados y preparados; ilusionados.

• Los Padres.
Son los primeros responsables de la educación cristiana de sus hijos. No echen en saco roto esta llamada e invitación fraterna. Cuiden la formación cristiana de sus hijos. Ayúdenles a descubrir el rostro de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; compartan con ellos la oración así serán orantes. Enséñenles a vivir según la moral cristiana no sólo con sus palabras sino también con el testimonio de sus vidas. Cuando un niño crece en un ambiente agresivo, intolerante, frívolo, indiferente… es muy posible que ese niño sea así de adolescente, de joven, de adulto. Si no los educan ustedes, alguien los educará: la calle, los Medios de Comunicación Social, la “pandilla”…

• Misioneros y misioneras en tierras no cristianas.
Son los que están en contacto con quienes no han recibido ninguna noticia de Dios ni de Cristo-Jesús. Son los que están en contacto con la increencia y el agnosticismo, la indiferencia religiosa y el ateísmo…Necesitan nuestra ayuda y nuestro apoyo, nuestra simpatía y nuestra oración. No los dejemos solos estén cerca de nosotros o estén a miles de kilómetros…

• Misioneros y misioneras que comparten la mesa de los más pobres del mundo.
Entregan sus vidas para ayudarles a liberarse integralmente: liberación del pecado y liberación de la miseria, de enfermedades curables entre nosotros y que entre ellos causan estragos, de hambres constantes que causan muertes de niños, adultos, ancianos; de opresiones e injusticias, de persecuciones y violaciones de derechos humanos. Podemos ayudarlos sin humillarlos; podemos ofrecerles nuestro socorro sin paternalismos que generan dependencias injustas.
En este día especial dedicado a las misiones del mundo prosigamos participando en la Eucaristía, manantial y fuente inagotable de la misión de la Iglesia. Jesucristo, por medio del sacerdote nos envía al final a predicar el Evangelio a toda criatura. Somos miembros de la Iglesia, Pueblo de profetas. No seamos profetas mudos; no nos dé vergüenza anunciar a Jesucristo.

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