miércoles, 21 de octubre de 2009

Domingo 30 del Tiempo Ordinario


BARTIMEO. UNA SIMPLE HISTORIA DE FE Y DISCIPULADO.

Había una vez un joven, ciego de nacimiento, que se enamoro de una muchacha. Entre mas conocía a la muchacha, mas se enamoraba de ella. La encontró llena de cualidades y “bonita”. Una muy buena amistad comenzó a crecer entre ellos. Un día un amigo del joven le dijo que la muchacha no era tan bonita como el se la imaginaba. Desde ese momento, el joven empezó a desinteresarse de ella. Mala suerte. El había “visto” muy bien el interior de la muchacha. Su amigo era el que estaba ciego. Un ciego no juzga por las apariencias.
En los tiempos que se escribe el relato del evangelio, talves la ceguera era cosa común. Hoy en día, gracias a las investigaciones científicas, se han eliminado varias enfermedades que pueden causar ceguera. También se han inventado muchos tipos de lentes para mejorar nuestra vista. Lentes focales, bifocales, de aumento, para leer, telescopios, microscopios, etc.
Con toda la tecnología a nuestro alcance podemos ahora ver más que en tiempos pasados. Quizá el milagro que hace Jesús a Bartimeo, ahora se puede hacer regularmente en un hospital.
Sin embargo, porque no estamos “ciegos”, podemos pensar que el evangelio no tiene mucha relevancia en nosotros. Es precisamente porque podemos ver, por eso tiene relevancia en nosotros. La pregunta es ¿Qué tan bien vemos?
Bartimeo estaba sufriendo una ceguera física. Pero hay otros tipos de ceguera. Nosotros nos podemos dar cuenta cuando a veces decimos: “no podía ver nada de lo que estaba pasando”, se me nublo la vista”, o “no se como no pude ver en todo este tiempo que estaba pasando”; etc.
¿Es posible que una persona ciega pueda tener más fe que una persona que ve? ¿Es posible que una persona ciega pueda “ver” mas que una persona que puede ver, en el sentido de ver las cosas mas interiormente y con mas profundad?
En el evangelio, Marcos quiere explicar eso. En efecto, este es el punto principal en el texto. Bartimeo que estaba físicamente ciego, tiene más fe en Jesús que muchos de sus discípulos que tienen una “vista” perfecta. Mientras que Bartimeo no tiene duda alguna sobre Jesús, sus otros discípulos tienen más dudas e incertidumbre sobre quien es Jesús.
Una de las cosas que Jesús le dice a sus seguidores es “tienen ojos pero no ven”. Muchos vieron las grandes cosas que Jesús hizo frente a ellos pero no tenian fe. La falta de fe es el impedimento mas serio que cualquier ceguera física o espiritual.
Hay una oscuridad mas profunda que la ceguera de Bartimeo. La oscuridad de la falta de fe. No nos deja ver más allá. No nos deja ver a Dios. El regalo de la vista es un regalo precioso que Dios nos dió. Con ello podemos ver las grandezas de la creación. Pero el “abrir los ojos” espiritualmente, es mucho más grandioso.
La historia del evangelio es más que una simple curación, es una historia del discipulado, una historia del llamado de Dios. Cuando Bartimeo quedo curado, el no pudo simplemente darle gracias a Jesús por la sanación y marcharse para vivir su vida. El se hace inmediatamente un discípulo vibrante de Jesús. El sigue a Jesús por el camino. El final de la historia.
Para ser un mero creyente, Bartimeo se vuelve un discípulo. Esta es una gran diferencia. El después de la sanación implica vivir agradecido y ser un buen cristiano. Su entusiasmo de seguir a Jesús contrasta mucho con el mal entendimiento e incertidumbre que los discípulos de Jesús tienen en el camino a Jerusalén.
Bartimeo estaba en una oscuridad hasta que encuentra a Jesús. Nosotros podemos estar en la oscuridad cuando dudamos, cuando odiamos a otros, cuando no tenemos amor propio, cuando vivimos en prejuicios, cuando escogemos otros caminos, no el de Dios. Mas aun, podemos hacer la oración que nace del corazón, como la de Bartimeo: “Maestro, que pueda ver”. Ojalá y nosotros podamos ver que es lo que realmente importa en la vida, que es lo que nos da sentido para vivir. Sobretodo que nosotros podamos ver con ojos de fe.

Reynaldo Román

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